Cuando atendemos a ese transcurrir silencioso de la vida, nos mantenemos atentos al milagro que sigue su curso, aunque hayamos perdido contacto real con el. Una amiga, me hablaba de una muy grafica metáfora: Estar atento es como un submarino que va recorriendo el fondo del mar, y de pronto, emerge, toma acción, y vuelve a sumergirse, no escapa, no evade, simplemente se mantiene en su centro y comienza a escuchar lo que nuestro urbano oído no percibe, y nuestra agobiada vista, pasa de largo.
La vida, y esto lo sabe perfectamente quien se haya permitido conjugar el verbo vivir, nos envía señales constantes, a veces con tal contundencia, que solo nosotros mismos somos capaces de obviarlas. Estas tienen solamente un referente: nosotros, y es aquí donde hay que despertar, en lo que somos y en lo que la vida nos grita, sin mas resultado que una nueva angustia, como si todo transcurriera fuera de mi.
Pareciera que nos cuesta entender que la vida comienza, transcurre y termina en nosotros. Cuando dejemos este cuerpo, y todos estamos a la misma distancia de dejarlo, ya la cotidianidad deja de existir en nosotros, y todo o todos aquellos que hoy nos perturban, dejan de tener esa significación para nosotros. Poder entender esto, nos coloca en el significado real del nombre BUDHA: despierto. Quien esta despierto desde el corazón esta vivo, y vive para el goce de seguir despertando. Es por eso que la meditación, contemplación, etc., son estados altamente saludables que muchos ven como imposibles de lograr.
Una amiga que se iba por dos anos al exterior, quería dejar atrás muchas cosas, pero, sobre todo una relación larga que termino de muy mala manera y que ella rompió dignamente y, su ex, seguía insistiendo, pero de las tontas maneras como manifestamos el amor resentido: con odio y feas acciones. Ella, y me consta, estaba tranquila, había buscado ayuda para cerrar su ciclo, y en su corazón, decía que sentía paz. Eran las once de la noche, dos días antes de la partida, y mi amiga me llama desesperada: -«Puedes venir a mi casa, estoy inundada, llovió y se tapo el desagüe del bacón y estoy ahogada». Me fui a su casa, y era impresionante el volumen de agua; con el conserje destapamos el ducto y secamos el apartamento hasta altas horas de la mañana, a lo que ella decía: -«No me dirás que esto tiene que ver con mi ex, porque ese ciclo esta cerradísimo». Yo solo la miraba, sabiendo que la única respuesta posible estaba en su corazón, y era ella la que lo refería a el. En ella la vida gritaba, y se llenaba de cosas que le impidieran oír su corazón. Cuando, por fin terminamos, quedo agotada, me pidió un abrazo y me dijo desesperada: -«Se que es por el, y que algo falta, pero no se que hacer». Ahora, estaba oyendo a su corazón, y no importaba saber AHORA MISMO el que hacer, solo que el grito de la vida había hecho eco en su alma, y la respuesta vendría pronto, la paz ocupaba el lugar del desasosiego. Luego, al llegar a su destino, me transcribió la nota que sintió enviarle a su ex y que pondría en el lugar adecuado a ese amor:
«Recordado…: aunque no lo sepas, yo también he llorado esta ruptura, y en tardes como esta, a muchos kilómetros, me gustaría recordarte como al ser que ame, y darte el espacio que nuestro amor mereció. Me lo permites? Borramos y seguimos cada uno por su camino, bajo el cobijo de un gran recuerdo y un sendero claro para la próxima felicidad? Gracias, confió en la decisión de tu corazón».
Al día siguiente, fui con la llave del apartamento de mi amiga, a recibir al plomero que destaparía el desagüe, quien, luego de intentar me dijo: -«Le cobrare la visita, porque ahí nada esta tapado».
Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga