«Se extrañará de mi visita, pero en sí, vengo porque no me pasa nada, simplemente miré mi vida, quizás por primera vez, y no me gustó lo que vi». Esto lo decía, de manera clara y simpática, una bella mujer entrada en los sesenta años. Maritza, era viuda hacia diez años, con dos hijos casados y viviendo fuera de Venezuela, hacia mas de treinta años, ella se había quedado encargada de una empresa de corretaje de seguros que su marido había llevado exitosamente, y ella, en su nombre, había hecho crecer y expandirse.
-«Mira, hace dos meses, unos antiguos amigos de mi marido me ofrecieron una buena cantidad de millones por mi empresa, tengo dieciocho empleados, pedí cualquier cantidad y me la multiplicaron. Cuando me percaté de la trampa que me había montado, me aterré, me di cuenta de que si salgo de esta empresa o entro en otra más grande, o me muero de la tristeza, y pensé: esto no esta bien! Mis hijos para nada me necesitan, los visito dos veces al ano, ellos a mi una, tengo toda mi vida solvente y mi única rutina fija es de la casa a la oficina, una o dos veces a la semana almuerzo con un cliente, y de regreso a casa. Me aterra la idea de volverme a enamorar, eso es capitulo cerrado, y he pensado: ¿Será que lo que estoy es deprimida o qué?»
Muchas veces el conseguirlo todo, también viene a decirnos cosas importantes, porque el haber conseguido metas, éxitos y sueños personales, no necesariamente habla de verdadera realización. El caso de Maritza lo demuestra muy claramente, que sucede cuando, de pronto, la vida nos cambia las circunstancias, cuando lo tenemos aparentemente todo y estamos aferrados al control de eso, olvidándonos que lo único, realmente importante, somos nosotros. Cuando vamos convirtiéndonos en asalariados de nuestras metas, también nos olvidamos de nosotros, quedando atrapados en una ficción de felicidad, que tarde o temprano nos gritara desde el interior.
La realización, a diferencia del éxito, es cuando cada consecución, nos acerca a nosotros, hasta sentir que lo que hemos realizado, simplemente es la ratificación de nuestro poder y nuestra fuerza interna. Un ser realizado, donde se encuentre su realización, podrá pensar tranquilo: TODO ESTO SE PUEDE CAER, DEJAR DE EXISTIR, O SIMPLEMENTE CANSARME Y CON MUCHO AMOR Y CONSCIENCIA, ME PUEDO IR TRANQUILO. Y no porque se vaya a hacer, es simplemente una ratificación del corazón, que nos dacha libertad, y sobre todo paz a nuestro ser.
Cuando Maritza termino su grata exposición, simplemente la mire y le dije de forma muy enfática: -«Amiga, hache hay tres caminos: 1) Que te diga que te tranquilices, que nada esta pasando, salvo un miedo humano; 2) Que te proponga una serie de actividades, hobbies, y distracciones alternativas para tu vida, o 3) Que nos ocupemos del grito enorme que tu alma te esta dando para que te acerques a ti, y encuentres sentido a tu vida, solo y siempre desde ti. Las tres son ciertas e importantes, para las dos primeras, te puedo recomendar algunos profesionales muy competentes, la tercera es un compromiso que, si gustas, asumimos en este momento».
Ella me miro conmovida, guardo silencio, se acomodo en su butaca y me dijo con una sonrisa: –«¿Cuándo comenzamos?»
Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga