Crecer conscientemente, es mucho más que pasar por situaciones difíciles, o tratar ser de una, o de otra manera. El trabajo de crecer, se vuelve una aventura fascinante, cuando encuentras lo que hoy podemos llamar: «El juego de las puertas». Es simplemente una metáfora muy sencilla para comprender lo que permite que una situación difícil o desconocida, podamos hacerla materia prima, para sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás, y no nos condenemos a repetirla una y otra vez, simplemente al pensar que por qué tuvo que pasarnos a nosotros.

Imaginemos entonces, que tenemos en nosotros muchas puertas, unas de entrada, otras de salida, pero que algunas de ellas son claves para dar pasos agigantados en alcanzar ese «Bienestar interior» que los más ingenuos piensan que sólo se consigue al morir. Las mencionadas puertas, no abren de forma convencional, simplemente necesitan de claves que cada quien posee, pero que pocos manejan con exactitud, y la única forma de acceder a ellas, es oyendo nuestro corazón, ese oráculo que late y que nos conduce al reconocimiento de nuestro SER. ¿Difícil? Para quien crea que lo verdadero esta fuera de su dominio, puede ser duro y muy dificultoso, sin embargo, cuando a un niño le funciona una malcriadez en una tienda de juguetes, y logra apenar y desesperar a su madre; y hacerla comprar lo que él quiere; estamos en presencia espontánea de una clave secreta encontrada por un niño, en su deseo irrefrenable por conseguir su objetivo.

Allí este «Malcriado» pequeño, encontró la fórmula de abrir una puerta de salida que lo conduce a una cuota de poder ante el incomprensible mundo de los adultos. Y, usted dirá: «Pero eso es manipulación y es mala», claro, para quienes observamos desde el tamiz de lo bueno y lo malo, pero si limpiamos esta anécdota, ese niño, de esa forma, censurable o no, ha conseguido una manifestación de amor por parte de la madre y un poder que detona acción a su favor, ¿Sigue siendo malo?

Cuando sabemos como lograr que nos pongan atención, que nos pregunten lo que queremos, que nos alaben o simplemente que nos tomen en cuenta, encontramos las claves que abren puertas, pero éstas son siempre de salida, y esta bien, pero: ¿Y cómo hacemos para entrar? ¿Cómo activamos la apertura de las puertas de entrada a nuestro mundo interno, a lo que verdaderamente sentimos, a eso que respira en el centro de nosotros? Aquí es cuando tengo que apelar a una conversación que en algún momento tuviera yo con, el lamentablemente fallecido actor, Mariano Alvarez. Me contaba este amigo, que en Londres, haciendo una gira con una obra de Shakespeare, no le afloraba el personaje, lo que lo llevó a visitar a un gran maestro de actuación quien, sin mediar palabras, lo sentó y le explicó: «Esa puerta se te cerró porque perdiste la llave dentro de ti, y para encontrarla tendrás que hacer todo un rito de iniciación, pero contigo. En todas las antiguas tribus, la iniciación consistía en dejar todo aquello que diera seguridad (cuchillo, cobija, agua, alimento) y lanzarte a cruzar un bosque a plena noche, con la seguridad que cuando regreses, el cuchillo, la cobija, el agua y el alimento, tendrán un sentido maestro en ti. Por lo tanto, si quieres que ese personaje salga de lo más profundo de tu corazón abandona, antes de entrar a escena todo lo que, hasta ahora, como actor ha sido de fortaleza para ti: porte, atractivo físico, impostación vocal, y hasta buen uso del vestuario; lánzate a lo oscuro del bosque desnudo, verás que el terror de ese momento te hará abrir espontáneamente tu corazón y allí hallarás lo que tanto buscas como actor y, seguro, como ser humano». Contaba Mariano que esa noche, luego de atreverse a esa aterradora aventura, consiguió no sólo al personaje, sino una parte de él que desconocía.

El próximo Domingo continúo con el tema, y ahora, feliz viaje a esa oscuridad que enciende todas las luces. ¡Atrevámonos!.

Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga