Continuando con el Juego de las Puertas, de la pasada semana, me vino a la memoria, Clara Elena, una bella mujer de 34 años, llena de vida, de ganas, con un divorcio y dos hijos, una exitosa vendedora de publicidad que llegó a la consulta y al apenas sentarse me dijo: -«Me gustaría que me explicaras qué es lo que les pasa a los hombres de este país, que huyen, que no funcionan, que realmente no tienen nada en la bola», el comentario además de simpático, sentí que venía de un lugar muy desolado en el ser de Clara; por todo eso, le contesté: -«Cuéntame ¿Qué crees que ellos se pierden de ti, cuando huyen o no funcionan?» Ella se río y entró en calor: -«Este cuerpito, no mentira, bueno chico yo soy una mujer con empeño, con empuje, voluntad, que me como el mundo, con quien pueden conseguir el mismísimo paraíso, y no es por alardear, a algunos de los: bueno para muy poco, así se los he hecho sentir».

Dentro del ámbito de nuestras puertas de entrada y salida, es muy común que cosechemos todo un mundo de ideas en nuestras puertas de salida, que más que hablar de nosotros, hablan de nuestro poder, o de lo que creemos como fortaleza, y cuando lo mostramos, se ven tan grandes y blindados que es sensata, la típica reacción de huir o, simplemente, quedarse paralizados, ante la magnificencia de lo que mostramos. Cuando lo que expresamos no toca nuestro corazón, no lo expresa nuestra mirada, nuestra energía más sutil, simplemente se nos convierte en algo externo, en un discurso muy bien articulado que más amenaza que invita. Sería igual que estuvieras conversando con alguien en una reunión que de pronto te dijera: -«Tengo un revolver cargado en la cintura», y te lo hiciera ver, sentir, por supuesto, muy por encima de lo bien que te puedes sentir con esa persona, algo comienza a intimidarte, a hacerte sentir incómodo, a dejar de ver lo maravilloso de aquél ser, para quedarte simplemente con la sensación de defenderte de aquella amenaza, que podría atacarte, de un momento a otro. Este sería el mismo caso, A VECES MOSTRAR SÓLO A NUESTROS GIGANTES, NOS DESHUMANIZA Y HACE QUE EL MUNDO DE ENANOS QUE TAMBIEN TODOS LLEVAMOS DENTRO, BUSQUEN HUIR DESPAVORIDOS, ANTE TAL AMENAZA. Cuando éstas claves que abren nuestras puertas de salida, no han pasado por el tamiz de nuestro sensibilidad, de lo que sentimos hacia ellas, lo que nos agota cargarlas y de lo difícil que se nos hace mantenernos y vivir en pos de ellas, no adquieren la cuota de humanidad que las universaliza y las hace cercana a cualquier ser humano y, por lo tanto, tendrá siempre, la posibilidad de acercarme a los demás. Y esto se logra cuando aprendemos, también, las claves que abren nuestras puertas de entrada, que por mucho tiempo mantenemos cerradas para evitar que por ellas entren o salgan nuestros aspectos más débiles, o nuestras más sensibles heridas.

Si tomamos a la amistad como patrón de relación de libertad, afecto, incondicionalidad, etc., verás que tus más cercanos amigos llegaron a la cercanía de tu corazón porque alguna herida se abrió, y aprovecharon esa oportunidad para acercarse, por lo tanto, nuestras heridas, nuestros tumbos, nuestras zonas flacas, son caminos directos al corazón, y claves que abren nuestras puertas de entrada, de para en par.

Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga