Llevo muchos años hablando, motivando y enseñando el concepto de ÉXITO, que más cautiva, seduce y embriaga, que si lo lleváramos a una imagen nos mostraría a ese ejecutivo(a), impecablemente vestido de firma, montándose en la primera clase de un avión privado, con una copa de excelente champaña, y que disimula su stress con una mirada en lontananza donde parece decir sin palabras: «¡Qué rico es tenerlo todo!».

Luego de hablar mucho sobre este tema, de escribir otro tanto, creo que lo emitido no deja de tener su valor, pero hoy en día, es un tema que poco me interesa, creo que nos toca motivar al ser humano a una búsqueda más sustantiva, más enraizada, más real y duradera, que lo conmueva realmente y que lo sumerja en su valor auténtico, con esto, cualquier traje de firma, cualquier joya, y el más simple lujo, se convierte en una simple reafirmación de lo que realmente somos.

Debo confesarles que estas reflexiones, me han hecho decir que NO a muchas contrataciones, sobre todo empresariales que, como a los grandes elefantes, lo buscan a uno para darles una buena ducha a sus empleados, creando el efecto de salir todos entusiasmadísimos, y contar las horas en que estos globos se desinflen, y caigan irremediablemente, en una realidad, que además ahora, se le añaden las palabras de un iluso que me grita y me pone a gritar: «Yo sí puedo».

El éxito es un anglicismo que traduce «Salida hacia, EXIT-TO», y eso sí es exitoso, el cómo sales, el cómo naces en cada experiencia, el cómo apareces luego de un conflicto, el cómo haces luz, de lo que parecía sombra, el cómo amaneces a la oportunidad de un nuevo día. El éxito, sólo tiene sentido si resuena en tu mundo contigo, en tu mundo privado, en cada despertar, en cada ratificación del milagro que tú eres. He sido testigo de cómo muchísimos seres exteriormente exitosos, llegan a la consulta, destrozados, queriendo, si pudieran, cambiar todo el éxito, por un abrazo cálido o un espacio de amor en sus vidas; u otros que les pesa tanto el éxito, que se han construido una jaula y le han dado tanto poder al éxito, que éste se convierte en un auténtico carcelero. Esto, tiene sus raíces en que no podemos seguirle dando fuerzas al HACER Y AL TENER, a expensas del SER, ante todo somos, y de allí, tienen sentido el resto de las realizaciones.

Respeto todo lo que dije en libros y casetes acerca del éxito y su consecución, también respeto a colegas que aborden la vida por ese lado, pero siento con claridad, que el planeta, el país, y nuestras almas, nos están gritando que nos detengamos y miremos hacia dentro, y que, al volver a la luz, podamos ver al semejante como otro milagro. De lo contrario, el hacer y el tener, sólo ratificarán nuestra profunda tristeza y soledad, en un planeta que no quiere escucharse, mirarse, y así, se va secando de amor.

Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga