Hace algunos meses, me encontré con una amiga, y antigua compañera universitaria; al verla y saludarla, se me vino a la mente su tía Doralba, recordaba esta señora como una sonrisa en cuerpo de dama, siempre apacible y con la mirada brillante y serena. Le pregunté por ella, y mi amiga me dijo entusiasta que muy bien, aunque había superado un accidente cerebro vascular, ahora, en lugar de haberse apagado, las luces que podían haberle quedado sin prender, ahora eran pura luz en ella.

Recuerdo a Doralba, en la oportunidad de un viaje que íbamos a hacer a una hacienda en el estado Guárico, de los padres de un compañero de estudios, la tía, era oriunda de Valle de la Pascua, y mi amiga me pidió el favor de dejarla de pasada, en su pueblo para que viera a su familia; a lo que yo, asentí, sin ningún problema. Esa noche, entusiasmados por la aventura, comenzamos a planificar el viaje, ella oía, reía y como una niña aplaudía a cada planificación: «-Y nos paramos en Caucagua a comer pan con pernil», y ella aplaudía emocionada, con lo que parecía la mayor de sus aventuras. Se hizo tarde, y la dueña de casa nos ofreció una pasta, mi amiga fue a ayudarla, y a lo que pude hablar a solas con la tía, le dije precavido: -«Doña, no vaya a creer que todo va a ser tan divertido, usted sabe que un viaje de más de cuatro horas por carretera, es duro, y hay calor y quizás lluvia». Ella me miró, me acarició la cabeza y con compasión me dijo: -«No te ocupes mijo, ya yo estoy gozando ese viaje, y por más malo que salga, tanto lo he gozado en mi pensamiento y mi corazón, que nada, ni nadie, me decepcionará. Aún pase algo, y no vaya, ya lo he gozado tanto que será perfecto». Estas palabras no se han movido del más amoroso de mis recuerdos, y las utilizo hacia mí, reviviendo a Doralba en cada miedo o pesimismo de mi vida.

Si bien es cierto que el pesimista, el realista, si bien es cierto que, al prever los peores escenarios para las cosas, no sufren choques con el acontecer, también van arruinando un marco de ilusión que la vida tiene, y que nos lo dieron, como la primera espuma del amor, hecha felicidad. Cuando arruinamos este espacio de ilusión infantil, también coartamos nuestra mejor posibilidad de tejer sueños, historias y hacer de ellas, también, vivencias importantes.

Otra amiga, hace poco, me decía que había conocido a un hombre que le encantaba, pero cualquier cosa antes que ilusionarse ni hacerse fantasías, y yo le decía: -«¿Y dónde está la sanidad en vivir el día a día, sin ni siquiera ponerle color en tu mente y tu corazón a ese amor?

Creo que al cuidarnos tanto del dolor, terminamos perdiendo los matices y colores de la vida y de sus historias. A esta otra amiga, le conté que en la mitología, cuando a Urano, Saturno, a pedido de su madre, le corta los testículos y los lanza al mar, de la sangre que brotó, nacieron las furias y el semen disperso en el mar, se convirtió en espuma y de allí nació Venus, la diosa del amor.

En la espuma está el comienzo del amor, y si no, que no los cuente la tía Doralba.

Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga