En muchas ocasiones, he dicho que el perdón, por encima de todo es una decisión, y no me cabe duda de ello. Sin embargo, perdonar, también es un viaje, es llevar a alguien, a algo; o a alguien y a algo, desde nuestro mundo de sombras a nuestro mundo de luz. Este periplo, no es inmediato, ni instantáneo, necesita de un tempo, y sobre todo, se puede ver sometido a las adversas condiciones que toda sombra lleva implícita.

María Isabel, llegó a la consulta y apenas pregunté el por qué de su visita, vació, con mucha rabia su impotencia para perdonar a quien, decía ella, le había sometido al escarnio público, difamándola injustamente, cuando ella, lo atrapó in fraganti, en una de las muchas y frecuentes infidelidades. -«He hecho de todo, me he leído libros, hecho planas, y te juro que quiero salir de la rabia que me enciende, cada vez que recuerdo todo lo que dijo, y vociferó de mí, simplemente por venganza de que yo le dije que ya él, no volvía a mi vida. Te juro que no sé qué hacer porque quiero salir de esto, pues ya hace un año y no he podido». Yo, luego de escucharla sabía que la decisión estaba tomada, pero el viaje, estaba en tránsito y había que esperar, por lo tanto, me empeñé en demostrarle, lo mucho que había ya avanzado.

Le pedí a esta sensible mujer que me contara todo, que nos permitiéramos revivir cada uno de los episodios; eso sí, ahora escuchándose, así lo hizo, y logramos reírnos, comentar, y, si bien habían momentos de mucha rabia, eran bastante manejables. Al final, le pregunté qué había notado, con respecto a otras veces, cuando lo recuerda o cuenta, y ella me dijo: -«Bueno, ahora ya lo cuento más tranquila, claro también ha pasado un tiempo. Pero esas ganas de echarle una broma, de vengarme, me he dado cuenta de que han desaparecido o están pequeñitas».

María Isabel, había tomado una decisión con respecto al hombre que amó, y con quien compartió mucho tiempo: Perdonar, pero cuando hay muchos vidrios en el suelo, y andamos descalzos, y con poca luz; hay que ir con paciencia. La luz entrará por resquicios, por espacios muy diminutos, poco a poco, hasta iluminarlo todo; para mí, en eso consiste el perdón.

Mi paciente, antes de irse me dijo: -«¿Sabes? Me voy muy aliviada, porque hoy comprobé que con él no vuelvo, que no lo quiero cerca en mi vida, pero que a partir de hoy, lo puedo incluir en mis oraciones, para continuar mi viaje hacia la luz».

Perdonar, es una respuesta del alma, es ese viaje de la mente (que percibe) al corazón (que siente), y sólo nos enseñará el poder purificador del amor.

En una oportunidad, me encontré con un pastor bautista, quien me dijo, luego de una charla que di de perdón, y de este metafórico viaje: – «Cuando yo ando en eso que tu llamas viaje, y me gusta el nombre, me he comprado muchos decenarios (rosarios de diez cuentas) y en cada proceso tomo uno y se lo dedico a la persona o situación, me lo meto en el bolsillo y cada vez que la recuerdo, tomo una cuenta y digo una oración, para quien supuestamente me hizo daño, y casi nunca termino el decenario, más sí el viaje».

Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga