Mucho nos hablan los libros, acerca de lo determinante de poner límites claros, ante el mundo que te rodea. Sin embargo, nuestro desmedido deseo de que no nos dejen de amar, hace que personas, proyectos, sucesos y hasta amores; desdibujen nuestros límites, dejándonos desprovistos de áreas de intimidad, seguridad y relax personal.
Creo que en todo esto, tiene mucho que ver las fantasías negativas que nos hacemos ante la sólo expresión: «PON TUS LÍMITES». Nosotros, tenemos límites naturales, por ejemplo, nuestro cuerpo posee la piel, como el límite que me expone ante el espacio exterior; de la misma manera, los líquidos del cuerpo (saliva y orine), han sido, en la fauna, el medio a través del cual los animales, marcan su espacio o territorio, por ende, demarcan sus límites; y traspasarlos, implica para el otro, enfrentarse con lo más aguerrido de sus instintos de defensa. Llama la atención, observar que personas con problemas de piel, pueden estar gritando su necesidad y, a la vez su terror, de marcar claramente sus propios límites. Así mismo, una cistitis o una uretritis, pueden estar gritando una incomodidad muy clara en un espacio determinado, bien por no encontrar el espacio adecuado, o por sentirnos invadidos en nuestro propio espacio. Claro, el cuerpo necesita gritar aquello de lo que somos incapaces, ni siquiera, de expresar en palabras, porque es mucho lo que se pone en juego, y preferimos callarlo.
Aclarar nuestros límites, en nosotros, es una labor determinante de preservación, de amor y de responsabilidad con nosotros mismos y por ende, para dar y recibir amor. Esto no es tarea cómoda, no vas a gozar siempre del aplauso del colectivo, por lo contrario, es probable que muchas veces te reprochen, y hasta te hagan pagar un precio alto por ello, pero tenerse respeto y amarse, exigen mucho más que la complacencia de los demás.
Es saludable advertir, que muchas veces, nos encontraremos sintiéndonos muy mal y hasta culpables por decir: NO, o por parar el tren, y decir lo que sentimos. Reza el refrán: Para comer pan caliente, hay que meter la mano en el horno, y es posible que nos quememos, pero es el riesgo de vivir. Las relaciones, se establecen a través de dinámicas, y en mi experiencia, las dinámicas claras y sentidas son siempre más saludables que esos silencios que se transforman en facturas por cobrar, que, mentira, sólo me las cobraré a mí mismo, y allí, noblemente, está la piel o nuestros sistemas corporales acusando los golpes de nuestro: «Amor bonito y silente».
Siente tus límites, estos cambian con el tiempo, con la madurez, con el crecimiento, se flexibilizan, pero el termómetro eres tú. Recuerda que las grandes guerras y conflictos en el mundo, se dan porque alguien traspone los límites del otro; así que te invito a resguardar, amar y comunicar los tuyos.
Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga