Uno de los pensamientos que más me han servido en mi vida, lo enunció Albert Einstein, y dice que NO podemos resolver un problema con el mismo pensamiento que lo creamos. Este sencillísimo enunciado, encierra una gran utilidad en todo lo que refiere a percepción, concepción, enfrentamiento y resolución, de cualquier problema que pueda presentársenos.

Una madre me refería que la flojera e indolencia de su hijo, estaban perturbándola, hasta tal punto, de tomar pastillas para poder conciliar el sueño y manejar la angustia. Cuando le pregunté qué había hecho al respecto, me comentó que muy poco porque su hijo era como masa amorfa, frente a la computadora o al televisor, y sólo se activaba cuando los amigotes lo venían a buscar, y eso, la minaba de una rabia y una impotencia enormes. La señora, tenía pensado llevar a su adolescente de quince años, a algún psicólogo o institución, porque la situación se hacia insostenible.

En este caso, evidentemente hay una situación que se constituye en problema porque: a) Sentimos que se nos puede ir o se nos fue de las manos, b) Nos perturba emocionalmente y c) Sentimos el miedo de que perdimos algo y esto, será así, para siempre. En este punto Einstein llega a nuestro auxilio, y la pregunta adecuada sería: ¿Qué pensamiento me ha hecho ver esto como problema?, Respuesta: «Mi hijo es flojo e indolente», desde esa etiqueta, recurso que nos adhiere y perpetúa en el problema, NO lo podremos solucionar nunca, porque nuestra fantasía, consistiría en: a) Que borráramos lo sucedido antes, b) Que el hijo cambiara radicalmente, de la noche a la mañana o que c) El adolescente desapareciera (internarlo, mandarlo fuera, etc.). Y las tres, son poco probables y muy poco constructivas, en lo que se refiere a lo que podemos crear, a partir de lo que nos sucede.

Para poder observar lo que el joven le dice a esa madre, detrás de su actitud, y lo importante que puede representar una salida amorosa para todos los involucrados, lo primero sería; salir del esquema del problema. Si el pensamiento con que creé el problema fue la etiqueta, puedo arrancarla, guardarla, y pensar: A mi hijo le puede estar pasando algo; ha cambiado su actitud, así que voy a ver, desde el amor, qué descubro en él. Cuando soy capaz de esgrimir otro pensamiento, el problema, se transforma y nos da otras direcciones, otras vías, que no nos estancan, al contrario, nos activan, y hacen muy favorable y propicia, la entrada de un especialista, de un orientador, o simplemente, puede fomentar el amor de todos los miembros de la familia, involucrados en la situación que antes vimos como problema.

Esto, que parece tan sencillo, tan elemental, como todo lo simple, es aplicable a absolutamente todo, y puede representar en nosotros una materia riquísima en crecimiento.

En la próxima entrega, entraré un poco más en esta materia tan cotidiana, pero que tanto malestar nos proporciona a veces.

Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga