Hace algunos días me re-encontré con un amigo, a quien hacía más de un año no veía, pues ahora, vive en Europa. Antes, cuando vivía aquí, era un asiduo asistente a mis charlas y seminarios. Su alegría y sorpresa, se conjugaron al verme y, luego de las palabras de rigor, me dijo que el encontrarme, para él, era una auténtica sincronía pues tenía días pensándome, porque le habría gustado comentarme lo que ahora me narró: -«Yo me fui de aquí, reforzado con la que tú y otros, llaman: actitud de triunfador. Así fue mi llegada, y los primeros meses; los resultados fueron buenos, pero la soledad imperaba, encontraba muy difícil entrarles a los europeos, hacer amigos, sentir que intimaba con ellos, no me levantaba a nadie, y esto, fue llevándome a una tristeza y gran soledad, que, inclusive, me ocasionó una obstrucción intestinal, de la cual, aún, no me he recuperado del todo. Ahora, ¿Qué es lo importante aquí?, que cuando me encontraba solo, enfermo, adolorido, barbado, sin ganas de arreglarme, y, a veces, sin ganas de nada, entonces comenzaba la gente a acercarse, a hablar conmigo, a invitarme, a decirme que desde que me vieron, se dieron cuenta de esto o aquello maravilloso, y te juro, nunca había levantado chicas tan bellas y tantas, en tan poco tiempo. Cuando llegaba a mi casa, reflexionaba, ¿Y todo lo que dicen de la atractiva actitud exitosa, la postura, el entusiasmo, la fuerza y la pasión? Ahí, me confundí como nunca, y hasta hoy, no lo entiendo mucho, y qué bueno que te encuentro, para ver si me lo explicas».

La duda de este amigo es muy importante, y quizás revele ámbitos que no están muy claros y que necesitan atención. La fuerza de un ser se puede medir en su musculatura, peso y osamenta, pero su verdadera FORTALEZA, solo se encuentra en su VULNERABILIDAD, cuando es capaz de mostrar su herida, de llorar, de sentir. Seguramente si repasas tus grandes afectos en la vida, éstos, se acercaron a ti, comulgaron contigo, cuando ambos se mostraron su lado flaco, su parte más sensible, su momento más difícil. La otra pretendida fuerza, es una simple autosuficiencia, que nos coloca en una gran soberbia y nos aleja del corazón de los otros, por muy simpáticos y buenos que seamos.

Seguramente, y así lo corroboré, la forma como mi amigo manejaba su supuesta actitud exitosa era repitiéndose: «Yo, me como al mundo, soy el mejor», y a éstos, si me les arrimo, es a ver qué me cae, pero jamás, ni siquiera me interesa, buscar algo más profundo o sentido. Por eso su éxito, se plasmó cuando logró mostrarse tal cual era, como realmente sentía, con la fuerza de quien está vivo y tiene un mundo dentro que se parece al mío, por lo tanto; sufre, ríe, le duelen cosas, etc.

Mi amigo, luego de tanta información acerca del éxito, lo encontró, cuando bajó la cabeza, flexionó sus rodillas y abrió su corazón a su real vulnerabilidad; así pudo ser visto más cercano, más real, y más accesible, sin llegar a ser una VÍCTIMA, ni mucho menos. Lo que tendrá ahora, es concienciar que no necesita llegar al dolor para ser realmente exitoso.

Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga