Con frecuencia, me escriben y consultan padres, sobre todo de adolescentes, preguntándome que cómo hacen, porque están aterrados, y sienten que todo se les ha ido de las manos, y subrayan mucho, en el deseo de ser amigos de sus hijos y no encontrar caminos para lograrlo.

Cuando nos toca lidiar con estos maestros, en edad adolescente, nuestro deseo de poder, y terror de fallar, se ven magnificados, por una amnesia de simplemente rememorar cuando fuimos adolescentes, cómo sentíamos, cómo expresábamos, qué realmente queríamos detrás de nuestras acciones anárquicas y llenas de desenfado o, por el contrario, nuestra apatía hacia, aparentemente, todo.

En un taller de padres que dí, un padre, muy confundido y rabioso, por desentrañar situaciones, me gritó: -«¿Es que tú no comprendes que es primera vez que soy padre?» Y le respondí que todos somos hijos y pasamos por allí, pero esa ansia de «Hacerlo bien» nos tiene demasiado presionados.

Ante todo, nos urge una conciencia de jerarquía, ésta nos va a ayudar en cualquier relación sistémica de la que formemos parte. Esto quiere decir, mantener el orden de las relaciones: papá es papá y mamá es mamá, ellos son los jerarcas, y así lo tienen que hacer sentir. El estilo para hacerlo, puede ser amigable o no, pero nunca buscar a toda costa: ser amigo de los hijos, porque los amigos, están al mismo nivel, no se establece jerarquía, y para su crecimiento, ellos necesitan la fuerza de quien es mayor, la confianza de quien ha vivido más, la autoridad de quien, al tener la responsabilidad, tiene también la potestad de marcar los límites. En la amistad esto es muy difícil, y si se establece este tipo de vinculación, se está llamando a que se vea boicoteada, cada vez que se emite una orden, un límite o una norma disciplinaria.

Cuando usted lleva un perrito a pasear, y lo amarra a estas nuevas e ilimitadas correas paseadoras, el corre, feliz, pero de vez en cuando, hay que halarle la correa, para que él recuerde que usted es el amo, es la autoridad, es quien determina los límites, de lo contrario, se verá, si quererlo tristemente «Paseado por el perro», cosa que no termina beneficiando a nadie, sino sintiéndose todos, muy perdidos y solitarios. Cuando he hecho terapia familiar, esta es una emoción común.

Lo anterior, determina, como bien lo apunta, el terapeuta alemán, Bert Hellinger, los órdenes sagrados del amor, y estos, garantizan el funcionamiento, los canales, y la honesta vinculación entre los miembros de un sistema humano.

Es común, en nuestra noble intención de amor buscar, no sólo ser amigos, sino el mejor amigo de nuestros hijos. Una cosa es un padre o una madre amigable, pero los amigos son responsabilidad de tu hijo(a), en escogerlos, y relacionarse con ellos. Frases como éstas son más comunes de lo que se cree: -«Yo, simplemente quise una madre, y lo que tuve siempre fue una amiga, amigas yo podía buscar, pero una madre no».

Así que: zapatero a su zapato.

Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga