Sin duda, vivimos insertos en la cultura de la evasión, del no sentir, del no procesar; y esto, nos atraca en un puerto incierto, cuando se trata del aprender, como materia prima del crecimiento. Deseamos y logramos éxito, anhelamos y buscamos amor, pedimos al cielo algo de confianza; y sin embargo, es en la falta de éxito, en el desamor, y en la traición, donde aprendemos, crecemos y nos hacemos seres conscientes, así podríamos repasarnos por los distintos ámbitos de los valores, cualidades y estadios deseables.

En una oportunidad, recibí a una paciente que venía arrastrando el caos de una infidelidad matrimonial, cuando me la contó, se refirió al suceso de esta manera: -«A mí, todavía me parece una pesadilla, no es posible, como yo me he portado con él, que me suceda esto; además: ¿Cargar con esta duda de por vida, después de diez años de matrimonio?». Estaba destrozada, y no encontraba aún las piezas que la armarían de nuevo. Ante su última pregunta, cuando me la repitió ansiosa, le respondí que sí, sin duda, tendría que asumir vivir, con la posibilidad de que su marido la volviera a engañar, o de que ella lo engañara a él, y el mantener esta semilla de alerta, no le haría mal a nadie, al contrario, nos impediría dormirnos en la confianza. Ante este argumento, ella se sintió atacada y me inquirió: -«Entonces, ¿También yo fui la culpable de esto, por dormirme en la confianza? Eso era lo que me faltaba oir».

No subestimo nunca, el dolor que ciertas o todas las circunstancias adversas a nuestras expectativas pueden ocasionarnos, sin embargo, no dejo pasar la oportunidad que los hechos, en nuestra vida, brindan, para aprender y crecer. En el caso específico de mi paciente, si medimos cuál es el opuesto de la confianza, es la traición, cuando no mantenemos un adecuado equilibrio, las alarmas suenan para darnos ese equilibrio. Sin duda, cualquier persona víctima de la traición, pudo estar enmarcada por un letargo en la confianza, lo que en el colectivo suena noble y tierno, pero que no nos ayuda a crecer. La vida, el alma, el amor y lo vivo, necesita el equilibrio, estar alerta a él, es preservarnos, cuidarnos de una forma sana, integrada y consciente. Cabe destacar que ponernos y dormirnos del otro lado, también genera desequilibrio y éste, seguro nos llevará por duros caminos. Hay cientos de «Desconfiados profesionales», que anclados en este extremo, han perdido: negocios, oportunidades, parejas, momentos, etc.

Recuerda que en ese punto oscuro que se nos vuelve misterio, que nos conecta con nuestro mundo emocional, y nos brinda un punto equilibrado; ahí se encuentran los tesoros, nunca en ese helio que nos eleva indiscriminadamente y que, en nombre de lo noble, de lo bueno, de lo que debería ser, nos hace dormirnos en el otro lado del espectro, perdiendo así, la dinámica y el movimiento que todo siempre tiene.

Agradezcamos entonces, y démosle valor a esos puntos que aunque se presentan, a veces, dolorosos, nos llevan de la mano a un punto más integrado y amoroso de nosotros mismos.

En el equilibrio reside y duerme el amor.

Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga