El 21 de Diciembre, es una fecha rescatable dentro del festivo último mes del año. Este día, sucede el solsticio de Invierno, es decir, el Otoño termina y da paso a los fríos meses del invierno, donde las noches se alargan y los días se acortan, produciendo oscuridad, frío, y es por ello que el hombre simboliza la Navidad, con abundantes luces que contrasten con las oscuridades del ambiente.

Específicamente, llegada esta noche, se supone ya se han elaborado los suculentos brebajes y platos alquímicos, entendiendo por éstos, los platillos en los cuales intervienen los miembros del grupo familiar, dejando cada uno: con sus manos, su ingenio, su alegría y su expectativa; la energía que se convertirá en alimento, en motivo de convocatoria y unión, para nuestros y extraños. En nuestro país, la multisápida hallaca simboliza esta tradición. También los brebajes que servirán para brindar, relajarnos y quizás, estrecharnos con menos prurito, para protegernos del frío. La noche del 21 de Diciembre se le conoce como la noche en que baja el Espíritu de la Navidad, por eso es necesario encender nuestros fuegos internos, para que en lo externo, la oscuridad no nos deje desamparados, esas llamas internas se consagran y se avivan con el amor, la cercanía; en el festín de una noche mística, ya no por contenidos externos, sino, porque siendo preámbulo de la Nochebuena, nos invita, sobre todo, a estar con y en nosotros.

Como todo acto colectivo festivo, se vuelve ritual y lúdico, así, antes de cenar, se entregan a cada asistente tres papeles y se inicia el mágico ritual. Ante todo, se acostumbra a hacer una visualización de amor, paz y regocijo, ésta es libre, y hay muchas en los escritos de esta época del año. Luego, se invita a todos, a escribir en el primer papel siete (7) deseos por el planeta, bien sentidos, este papel se doble y se lleva al corazón, el segundo se invita a expresar, en el papel, siete (7) cosas, características, comportamientos, acciones, que quiero dejar partir de mí, éste papel se deja a la mano, para un ritual final, y luego, en el otro papel, siete (7) cosas que quiero que este año traiga para mí y los míos. Acto seguido, se procede, a que, con la energía de cada uno, se quemen los papeles de «Lo que dejo partir», sin dejar de darles fuerza cuando los introducimos en la pira (si no pudieran encender el fuego transformador, busquen una sustitución creativa para destruirlos).

Terminado el ritual, el gran brindis y la correspondiente cena. Cabe destacar, que para este día, el invitado deberá llevar al sitio de encuentro: un regalo genérico (un detalle es suficiente), algo para comer y algo para beber; esto tiene como fin que la energía de todos los presentes esté allí, en lo que se bebe y se come.

Por último, luego de comer, se hace un intercambio sorpresa, entre los asistentes, con los regalos que se llevaron, lo que le da un toque de homenaje que también nos acerca en el amor. Esta noche, más que festiva por festiva, es la ratificación, que la luz del Señor, permanece viva en el corazón de cada uno, no importa cuán oscura sea la noche.

¡Feliz Espíritu de la Navidad!

Los quiero, hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga