Ante todo, FELIZ AÑO 2005!!!
El año pasado, por estos días, una gran amiga me pidió de regalo de Navidad que la ayudara a hacer limpieza de closets, dando por sentado mi estilo implacable en estas lides. Así, nos pusimos de acuerdo el día de los inocentes y, entre buenos vinos, su madre y sus recuerdos, llegué yo, sintiéndome uniformado de «Exterminador», con una bolsa negra para botar lo inservible y otra blanca para regalar o donar a otros más necesitados o a los amantes de las entrañables «Chivas».

Antes de empezar le pedí un brindis y que me diera una pauta, -«¿Y qué es eso?» me dijo intrigada, entonces le expliqué que para tener un espectro de qué botar y qué no, ella, como dueña, me debía dar una pauta, por ejemplo: todo aquello que tiene más de tres años conmigo, o todo aquello que no me puse el último año o, todo lo que estás cansada de ponerte o todo lo que te han visto hasta el cansancio, etc. La mamá, muy amorosa, trató de marcar la pauta, y le dije: -«No, es la dueña de las cosas a quien le toca». Entiendo que esta labor no es para nada fácil, sobre todo, en una cultura donde el acaudalar es un valor, pero cuando las cosas se pudren en la nevera terminan pudriendo a las demás y ésta es una excelente imagen para la vida.

En una oportunidad una alta ejecutiva, joven, bella y muy bien remunerada, me dijo en terapia que la ayudara porque ya no soportaba más su soledad. Tenía treinta y cuatro años, algunos pretendientes, pero ninguno realmente valía la pena, y que ya estaba en tiempo para su sueño de su «Casita feliz», entonces le pregunté que cómo era ese sueño, a lo que me respondió: -«Bueno, yo amadísima por ese hombre profesional y responsable con, por lo menos, dos niños, dedicada a vigilar su educación, darles cuidado y amor y, eventualmente, algún trabajo a tiempo convencional que pueda hacerlo desde mi casa, tú sabes, para que no se me olvide producir». Y sus ojitos se le iban para atrás. A lo que yo le increpé: «¿Y si llegara ese hombre y estuviera allá abajo, con el corazón seguro de conocerte, podrías darle algo de tiempo cuando, por ejemplo has suspendido las últimas tres citas conmigo, dos a la cosmetóloga y una al ginecólogo? ¿Realmente tienes el espacio en tu tiempo y en tu corazón para realizar ese sueño o lo vas a dejar en la gaveta de los anhelos hasta que se vuelva frustración? Amiga, el amor también necesita tiempo y su espacio».

Cuando terminamos la muy cansona y removedora labor de botar más de la mitad del closet de mi amiga, habíamos logrado que: la mamá se fuera furiosa, porque ellos no eran ricos para estar dando cosas de tanto valor, que mi amiga se le aguaran los ojos dos veces y llorara una, frente a la decidida acción de dejar algo que había cobrado en el tiempo valor; y la sensación de limpieza y espacio que queda en un closet, cuando pasa el «AMOR QUE RENUEVA».

Cuando brindamos y servimos la última copa de la tercera botella, ella me miró y me dijo: -«Ojalá este año llegue un amor para quedarse, brindemos por él». Y yo le contesté de corazón: -«Por lo menos ahora tiene espacio para instalarse». Y reímos de buena gana.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga