No cabe duda que aunque estemos dentro de la vorágine de la vida diaria, las cosas han cambiado y mucho. Es importante destacar que las generaciones o grupos generacionales forman parte de un juego de «Balancín» que junto a lo nuevo sopesa y aporta, haciendo un equilibrio necesario y oportuno para el fluir de la vida.

Los estudios más avanzados acerca de esta llamada «Generación milenium» (jóvenes menores de 21 años aproximadamente), realizados en Australia, señalan características notorias como la adicción a lo inmediato. Si usted observa a nuestros jóvenes notará la fuerza que en ellos ejerce «Lo rápido», el juego más rápido, la conexión más rápida, el triunfo más rápido, obviando así la fuerza y lo valioso del proceso; y es eso, precisamente, el aporte de la generación mayor: inspirarles el verdadero y universal valor de los procesos en el tiempo, y en el logro. Con esta característica, como muestra de lo dicho, podemos entender que un reality show, llámese programas donde, en una expresa violación de la intimidad, gente convive entre cámaras, sintiendo la fuerza que ejerce el saber que el público de uno o varios países te sigue minuto a minuto para votar porque te quedes o te vayas del programa, consiguiendo que las peores partes de ti se muestren y sean juzgadas por los televidentes. El verdadero interés que revisten dichos programas es que el factor aburrimiento no se incuba, puesto que bajo una producción dinámica, estos personajes son sometidos a pruebas que sacan de ellos sus más guardados fantasmas.

Es lo mismo que el show de las transformaciones, donde gente que se despreciaba ante el espejo, aparecen en su show particular y en un mes nos dicen a todos «Mírenme, jajaja, soy bello», o simplemente programas de «Humor», donde desde el engaño se sorprende a seres inocentes y se les somete al ridículo, o a situaciones donde sale lo más duro y temible de ellos mismos, y todo el planeta se divierte mirando esos shows con altos porcentajes de teleaudiencia. Todo esto, en el contexto de la inmediatez y dejando que la privacidad, la intimidad y lo sagrado en cada uno se muestre en el descontrol y la vergüenza, es el producto de los tiempos, y de nada valen adjetivos calificativos. Lo que sí corresponde es que en nuestros hogares, en nuestras aulas, en nuestros escritos, si es que todavía alguien lee, haya la conciencia de lo «Sagrado» en cada uno, de lo privado, lo íntimo, para así enmarcar la vida como una «Creación» que se hace, se vive y se valora en el proceso mismo. Ese es nuestro aporte, y evitando la otra trampa que es la adherirnos a los nuevos tiempos sin reflexionar, constatar y valorar aquellos procesos que nos han traído hasta aquí. Esa asimilación inconsciente, nos pone en el peor ángulo de este juego en el que el tiempo pasa cambiando cosas y madurando otras.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga