A veces, tenemos la tendencia de confundir el abuso con autoridad, con lo jerárquico.

Si observamos la naturaleza, ésta, en su milenaria y misteriosa sabiduría, nos habla de un orden riguroso de todo lo que corresponde a su evolución. En una manada, cardumen o grupo de especies violar la jerarquía, sin importar la habilidad del osado, es motivo de ejecución porque esas transgresiones desequilibran el orden natural, importantísimo para el desenvolvimiento de cada grupo.

En las familias, que son en sí mismas un entramado perfecto entre ascendencia y descendencia, este factor es un equilibrante y armonizador natural. Pero muchas veces, por falsas creencias «Novedosas», terminamos generando un desequilibrio sistémico al no respetar ese orden natural y resaltar habilidades, talentos, suertes, etc. de los miembros, anulando en ocasiones a quienes ostentan la jerarquía.

Padres que quieren ser amigos de sus hijos antes que padres, ancianos que permiten que sus hijos se conviertan en sus padres, hijos varones de divorciadas o hijas de divorciados que se creen con la potestad de decirle a papá o mamá la decisión de volverse a casar o reiniciar su vida afectiva, padres que auspician que un hijo del medio sea el líder simplemente porque es más extrovertido, o más maduro, o más decidido. Estas irregularidades en los roles generan un profundo desequilibrio silente que, tarde o temprano, terminará por generar un conflicto familiar, o la sensación de estar en una familia donde nada ni nadie está en su lugar.

Quizás al leer esto, usted repase y vea que, por ejemplo, ninguno de sus hermanos mayores hizo nada bueno con su vida, o que su padre es un hombre de flaca voluntad y débil carácter, o que su madre está demasiado vieja para tomarla en cuenta en cosas importantes; sin embargo, cuando se comprende el concepto fundamental y corpóreo de la jerarquía, el tomarlos en cuenta, el pedirles consejos, el comunicarles con el respeto de alguien que está más abajo va generando una sensación de armonía que poco se observa, pero que se siente mucho.

Si ahora nos vamos a las grandes empresas, el respeto al organigrama es imprescindible y si alguien, por ignorancia o soberbia piensa que va a la cabeza porque los demás son ineptos, corre el riesgo seguro de fracasar y, con razón, de ser sacado del sistema.

Por todo esto, devuélvele a cada miembro de tu grupo familiar el lugar que le corresponde, porque honrar a cada uno por el solo hecho de ser mayores, es honrar su experiencia y, por ende, su vida. Esto es un gran y agradecido acto de amor que puede modificar y mejorar notablemente todo tu sistema familiar, laboral, afectivo, social o institucional.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga