Mi más reciente audio-libro en CD, se titula El poder de la vida, allí intento que quien lo escuche redescubra eso que somos, ese milagro que envuelve la esencia de cada ser humano. Abundo allí en la idea de que somos un milagro, pues somos el producto de dos células microscópicas que se transforman en embrión, que sufren múltiples fases de transformación y que seguirán transformándose mientras haya vida. Esto suena grandioso, pero es aún más contundente cuando tomamos conciencia de que estamos hablando de lo que somos, de lo que es el otro y de lo que soy yo o haya hecho, luego, de ese milagro, lo que sea con mi vida. Por eso, nuestro gran potencial es que, por ser seres sustentados en la transformación, tenemos el talento y la posibilidad de transformarlo todo: lo agradable en desagradable, lo bello en feo, lo inútil en útil, y viceversa.

A propósito de esto, un día, hablando de parejas, un grupo me preguntaba acerca de si yo apoyaba la superioridad de algún sexo. Luego de sentirlo, desde mi corazón, dije: -«Quizás los hombres tengamos más fuerza, más preponderancia debido a una estructura corporal y un colectivo que lo sustenta, pero nadie sensible puede negar que ese milagro que somos se hizo en cuerpo de mujer, se transformó y tomó forma en el cuerpo de una madre y esa posibilidad crea en la mujer un don, quizás poco destacado, pero de primordial importancia: ella es la hacedora del milagro de la vida».

En uno de mis seminarios hablaba de lo fundamental de honrar a mamá y a papá, y alguien airado levantó la mano y me dijo: -«Yo no puedo honrar a quien me abandonó al nacer, a esa mujer que por estar haciendo su vida, no se ocupó de mí». Respeté sus razones, quién soy yo para desconocerlas, pero le recordé que, independientemente de las historias, que procrean razones, no podemos perder la parte esencial de todo, la miré y le pregunté: -«¿A tu edad, tienes y nos podrías enumerar por lo menos cinco victorias privadas que te dan sentido en la vida?». Ella, ahora más protagónica dijo: -«Claro, soy profesional, madre de tres excelentes hijos, tengo mi propia empresa, casa propia y capacidad de sobra para afrontar lo que suceda».

Eso sacó un aplauso de la audiencia y allí rematé esto, les juro, entendiendo su ira y su soberbia: -«Todo eso y más de lo que nombraste es y fue posible porque una mujer te tuvo en su cuerpo el tiempo suficiente para transformarte en lo que eres, de lo contrario, hasta tu resentimiento, si no tuvieras vida, no tendría sentido». El público y ella hicieron silencio, y aproveché para invocar lo que ahora me encantaría contagiar en ustedes: una reflexión amorosa para quien hizo posible este maravilloso milagro de estar vivos. ¡Feliz día de las madres!

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga