El tema emocional siempre tiene mucha tela que cortar, esto debido a que desde hace unas cuantas generaciones, o en toda la memoria cultural, la parte emocional está totalmente ignorada. De allí que vivamos en una cultura de héroes, donde nadie ni sabe, ni se pregunta ¿Qué sentirá Superman, Batman, Flash Gordon o la propia Mujer Maravilla? Porque en sus aspectos más fuertes y poderosos, dejan de ser humanos para ser dioses o máquinas invencibles. El problema radica en que esto no queda en la comiquita, ni en el seriado de televisión, esto es el reflejo de lo que millones de seres desean, actúan y muestran de ellos.

Todo lo anterior ha derivado en los hoy famosísimos «Reality shows» (Robinson, Protagonistas de novela, Operación Triunfo, etc.) En los que una o muchas cámaras espía se meten en la cotidianidad encerrada de la convivencia de un grupo, reseñando y subrayando los «Extraños y mal vistos» arranques de emocionalidad de los participantes, y de lo que causa en un televidente que paga por meterse y por disponer quién queda o quién sale del programa.

Ante tanta ignorancia, cada quien encuentra o busca hallar formas de ejercer estos contenidos emocionales, y es allí donde quiero basar la reflexión, en cómo manejamos la rabia.

La rabia o ira es una de las expresiones emocionales menos aceptadas, de hecho, quien la expresa sabe que puede quedar etiquetado y excluido del grupo sólo por sacar algo que le come dentro; además, esa misma expresión está muy ligada a peligrosas formas de violencia que, debido a tanta represión, explotan y casi siempre contra quienes más amamos.

La ira es una forma de encubrimiento del dolor, y aquí tocamos otra emoción que, por miedo a alejarnos de la posición del héroe y dejarnos en debilidad, no exteriorizamos, por lo que hemos encontrado en la rabia y la hostilidad una forma de expresarla.

Así, cuando alguien está todo el día en la amargura, maldiciendo, enfurecido, lleno de hostilidad, estamos ante un ser que de rodillas nos grita: ¡No se me acerquen, que tengo tanto dolor que no sé cómo hacer! Y les explico esto, no para que lo vean en los demás, sino para que reconozcamos que cuando nos manejamos en forma hostil, cuando estamos de «A toque», cuando nos enfurecemos por nada, es un dolor seguramente muy viejo que se ha vuelto a mostrar, y es necesario verlo. Cuando nos permitimos responsabilizarnos por lo que sentimos, encontraremos formas válidas y amorosas para vivir, de lo contrario, seguiremos peleando por no sentir. Y les recuerdo que, antes de individuos pensantes o corpóreos, somos seres que sienten y que están sintiendo siempre.

De vez en cuando despojémonos de los disfraces de Superman, Batman, o Batichica y encontramos en Clark Kent, Bruno Díaz y en ella; la humanidad que nos deje vivir, sentir y no estar permanentemente atropellándonos. Es bueno recordar que nuestro cuerpo somatiza las emociones reprimidas y que su mayor herramienta para llamar la atención es el dolor físico. En ti están las respuestas.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga