Quiero diferenciar acá las relaciones importantes y profundas de las cotidianas, donde la cordialidad es la pauta y en las cuales podemos estar toda la vida. En las citadas relaciones íntimas es usual pasar por tres fases: ilusión, desilusión y reconstrucción. La segunda, que puede ser traumática, tal vez haya sido fácil para usted, eso dependerá del grado de expectativas que llevemos; pero no cabe duda que constituye un duelo importante, necesario y, si lo manejamos con conciencia, entraremos en la siguiente, que nos garantiza nexo, cercanía, calidez y transparencia en la relación, valores éstos nada fáciles de encontrar.

Lucía me comentaba, confundida, que luego de tres años de relación idílica con Claudio habían decidido convivir (verbo clave, recuerden «¡Viví con ella!»). La ilusión de arreglar su nidito de amor, de imaginar cada rincón donde harían el amor, la escogencia de los colores que llamaran a la calidez y a la pasión, para luego encontrarse con: «Carlos, cómo te explico, es un tipo rarísimo, llega de mal humor, y puede convertirse en un patán que yo ni imaginaba. Cuando su madre nos visita se pone contra mí. Yo juraba que no fumaba y fuma escondido, pero ahora no tiene la delicadeza de disimularlo, me había dicho que no comía carne roja, ni alcohol, y ahora el tufo a aguardiente y la exigencia de que quiere carne es insólita, y lo peor es que nunca imaginé el desorden, todo lo deja tirado, sin importarle nada, ¿Con quién realmente me uní?»

Lucía, en verdad se unió con un Claudio galante y que estuvo tres años escondiéndole aspectos de él para no decepcionarla, pero cuando nos aseguramos que el amor estará allí, salen nuestros aspectos no mostrados, algunos sombríos, porque el amor pareciera estar asegurado.

En esta etapa gran parte de las parejas se separan, no soportan la conflictividad de esta difícil fase; pero es aquí, para quien se queda, la gran oportunidad de reconstruir, de saber que lo que viste está y lo que no viste también, ahora te tocará reconstruir tus expectativas, y comenzar verdaderamente a amar o a irte, porque lo que apareció es demasiado para tu «Pobre corazoncito».

Al adolescente le sucede igual, mientras pasa la vida imitando y viendo a sus padres como ídolos, se encuentra en un período cuando su revolución hormonal, sensorial, corporal y química, quita las vendas y surge lo que llamamos «La primera gran decepción», y será la veintena la que nos ayude a la reconstrucción puesto que son nuestros padres lo más importante, pero sólo es posible una relación libre y sana partiendo de esa primera y gran decepción.

Por lo tanto podríamos concluir que: ilusión: amor sin conocimiento, desilusión: conocimiento sin amor y reconstrucción: conocimiento del amor. Aquí, el amor real se hace presente.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga