Hay frases que, si bien tienen sentido universal, la llamada Nueva Era ha puesto en boca de todos y esto, ahora, permite revisarlas desde el corazón para no seguir escudados en sus dulces, pero intangibles intenciones.

En meses pasados, un gran amigo europeo, coaching en negociación a muy altos niveles, me comentaba: -«Si tú hoy en día deseas arruinar una negociación, o poner a la otra parte en alerta total, dile que tus intenciones son de: ganar-ganar». Y esto no se debe a que la expresión no tenga sentido, es una linda y filantrópica expresión, pero tiene mucha irrealidad en su práctica. En los acuerdos siempre algo se pierde, algo se alcanza, pero debe haber el perder-ganar, aunque lo compenses de otra forma y se transforme en perder-ganar-ganar o en cualquier fórmula más dinámica y práctica. Me explico: yo tengo diez mil bolívares en mi bolsillo y compro algo; yo pierdo, llámese dejo de tener ese efectivo; a cambio, tengo el libro. Es decir, perdí el dinero y gané el libro y esto me compensa lo perdido. Pero el sentir que no perdí nada hace de la negociación algo muy inconsciente. Si seguimos manejando el mismo ejemplo, he comprado el libro, me quedé sin dinero y me provoca un café, ya no tengo el dinero para comprarlo y, con el libro, no puedo pagar el deseado café. Cuando uno se queda sin algo que ha tenido, ¿Cómo se llama? Perder. Entiendo que esto tiene mucho de semántico y filosófico, pero es digno de revisión.

Otro punto a revisar es el llamado amor incondicional, que tanto se espera, tanto se pide, tanto se manipula y que algunos optimistas, o inconscientes, creemos dar.

Dar y recibir se podría comparar con el ciclo respiratorio: se produce en el mismo instante, si te quedas sólo con lo inspirado, te ahogas, y si sólo expiras, te quedas sin aire, por lo tanto el dar, siempre implicará recibir y, el recibir, siempre dar. Pensar lo contrario es pensar que el desequilibrio maneja el mundo y, les tengo pésimas noticias, el mundo está caótico, pero el equilibrio siempre se manifiesta donde hay vida.

Si yo salgo a comprar un regalo a un amigo el sólo escogerlo y entregarlo me otorga la alegría que completa el ciclo. A lo mejor este mismo amigo se olvida de mi cumpleaños, pero ya mi ciclo se cerró, ahora se abrirá otro, donde no recibí nada, y yo quizás le dé mi reclamo o el respectivo recordatorio. Pero resulta que una semana después de mi cumpleaños, me accidento en el carro y llamo a mi amigo, quien me asiste y me acompaña; aquí, puede ser que mi ser se compense y alcance la llamada simetría afectiva.

Esta simetría es la que siente la madre con el bebé, que no puede dar lo mismo que la madre, pero le da a ésta un sentir, una satisfacción y una ternura que compensa, logrando la simetría emocional.

Hablar del amor incondicional es hablar de desequilibrio; siempre esperamos y, lo que nos compensa, nos equilibra y nuestro ser se da por pagado.

Las palabras tienen su propia energía, cuánto más conciencia tenga nuestra comunicación, más adentro llegamos.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga