A todos nos encantaría tener a nuestro alcance alguna fórmula, conjuro o talismán que nos evitara el desagradable tránsito de pasar por los problemas. Si hemos sido medianamente conscientes, sabremos que esto es imposible. Los problemas también son nuestros aliados, nos alteran nuestras «Rutinas de comodidad» y nos ponen en movimiento, muchas veces en contra de nuestra voluntad.
En lo que respecta a nuestro ámbito emocional y psíquico, lo ideal es el movimiento, de allí que aquellas situaciones que nos sorprenden, nos desajustan, nos llenan de ira o pánico, sin ser agradables, nos dan la oportunidad segura de pasar por nuestro abanico emocional, decidir cómo lo vamos a vivir y cómo resolveremos dichas situaciones problemáticas.
Un ser en crecimiento para nada tiene que ver con alguien sin problemas, al contrario, es alguien que le pierde temor a lo imprevisto, a lo sorpresivo, a lo inconveniente y se siente, en sí mismo, apoyado para resolverlo.
Si habláramos de algún mapa o periplo para abordar un problema, tendríamos que hablar de un primer paso que es constatarlo. Muchas veces nos quedamos pegados a rumores, especulaciones, noticias alarmantes, maledicencias, etc. Por lo tanto, y esto exige valentía y sensatez, hay que enfrentarlo y constatar la verdad y la magnitud del mismo. El segundo paso sería el rendirnos al problema. Como muchas veces lo he explicado, para nada tiene esto que ver con victimizarnos o declararnos perdidos; no, se trata de una actitud humilde que nos permita cerciorarnos del problema y encontrar luces en medio de la oscuridad, llámese buscar ayuda, disponernos a arreglarlo, tomar decisiones, encontrar los medios, etc.
La propia rendición nos lleva al tercero: permitirnos vivir el proceso. Cuando nos sentimos entrampados, soñamos con tener un movimiento, señal o algo y ya, solucionado, y no queremos saber más; y así no funciona ni la vida, ni el Universo que la contiene. Todo tiene un proceso en sí mismo que nos exige observación interna y externa, seguimiento, calma y mantenernos alerta. Cumpliendo estos pasos, garantizamos que el problema, obstáculo o situación desagradable cumpla el cometido en nuestro crecimiento, y no tenga que repetirse una y otra vez, para que lo llevemos a cabo.
A continuación, y a propósito de lo expresado, quiero regalarles unas bellísimas reflexiones del Reverendo Williams, que generosamente me enviaron por el correo electrónico de mi página:
«La distancia más corta entre un problema y su solución es la distancia entre tus rodillas y el piso. El que puede doblar sus rodillas ante el Señor, puede estar de pie ante cualquier cosa. Si su problema es más grande que su Dios, entonces está al servicio de un dios equivocado. Las rodillas que se doblan, no tiemblan».
Creo que sobran las palabras.
Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga