Este temita se las trae, hay centenares de libros de autoayuda que hablan, disertan y promueven el necesario y trascendental encuentro con «Nuestra misión en la vida». Cuando no tenemos la fortuna de haber hecho el hallazgo y conseguir este eslabón perdido, nos sumimos en una especie de sin sentido, donde todo lo hecho, y por hacer, carece de forma real y de sentido de trascendencia.

Con el respeto que corresponde a los connotados escritores, opino que esto no es más que «Ahogarnos en un vaso de agua» o, como decía sabiamente mi abuela: «Buscarle cinco patas al gato». Si bien hay misiones individuales que, producto de la pasión con que se realicen y el bienestar que logra en otros, se convierten en una misión en el hacer; la misión de vida, a la que me refiero, queda inserta dentro de la filosofía de sentirse vivo, de pertenecer a un grupo humano y aportar lo necesario para que funcione.

Cuando me llaman para asesorar proyectos o futuros negocios, establecimientos o cadenas, en la primera sesión siempre exijo hacerla con los dueños o socios principales; allí conversamos e intento extraer la filosofía de tal proyecto, la cual, en la mayoría de los casos, nunca fue pensada, es ahí cuando hablo de la necesaria claridad de la misión, porque es ella la que puede salvar o hacer sucumbir cualquier objetivo donde haya personas involucradas.

Cuando una dueña de peluquería me habla de que una de las muchachas que ella entrenó se fue y le montó una peluquería al lado, o un mesonero se asoció y montó un restaurante frente a aquel donde aprendió y no hace más que difamarlo, en estos casos nunca se habló ni se inculcó la misión.

La misión de todo ser vivo es, en el ser, ser feliz, entendiendo lo que cada uno sueñe, aquello que enaltezca el milagro de estar vivo y permita ser una auténtica inspiración para otros; y, en el hacer, servir, entendiendo esto como crear, hacer, construir, elaborar, seguir y hasta entregar lo mejor de cada ser al servicio de otros. Por lo tanto, toda misión humana, no es otra que ser feliz sirviendo.

Cuando este concepto es ley de vida en una madre, un amante, un mesonero, un ingeniero, un médico, un albañil, un recoge basura, una doméstica, esto transforma la energía con que se hace, el agradecimiento con que se recibe, y la unión permanente con la vida que me lo permite. Aquí se encuentran: sentido y trascendencia, y esto termina regulando cualquier acción, empujada por la ambición, la absurda competencia, la necesidad narcisista de reconocimiento, o el deseo de reivindicación con la vida. Al tener esto, en control humano, sin duda, podemos esperar un mundo mejor.

No dejo de asombrarme cuando en mis eventos o en mi consulta privada saltan algunos individuos realmente preocupados por no haber encontrado su misión; esto es más de lo mismo de una cultura que prefiere ponernos a buscar para así vendernos, prometernos y seducirnos; cuando lo necesario es volcarse a encontrar, actuar y vivir lo que nos corresponde como seres humanos, sociales y concientes.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga