Quisiera compartir con ustedes un fragmento del libro Camino del encuentro, del Dr. Jorge Bucay: «Los escépticos intelectuales, ocupantes del lugar del supuesto saber, están siempre dispuestos a ridiculizar y menospreciar a los que seguimos hablando desde el corazón, desde la panza o desde el alma, a aquellos que hablamos más de emociones que de pensamientos, más de espiritualidad que de gloria y más de felicidad que de éxito».
Entender que el conocimiento se nos vuelve poder y que nos puede elevar a una frecuencia de soberbia, a la que todos estamos expuestos y que se vuelve tan vacua que sólo nos deja el recurso de atacar, menospreciar y vanagloriarnos de poseer sólo un sector de algo que es movible, cambiante, y que solamente tendría sentido si nos permite servir. Por eso, conocer algo y saber de algo sólo se diferencian en que el saber implica un viaje interno desde la mente al corazón. El conocer sólo nos deja en la ilusión de superioridad, en la vanidad y toda vanidad, simplemente, esconde una profunda vergüenza.
Continúa este prolijo escritor y psiquiatra argentino: «Si alguien habla de amor es un inmaduro, si dice que es feliz, es un ingenuo o un frívolo, si es generoso es sospechoso, si es confiado es un tonto y si es optimista es un idiota. Y si acaso apareciera como una mezcla de todo eso, entonces los falsos dueños del conocimiento, asociados involuntarios del consumismo diletante, dirán que es un farsante, un improvisado y poco serio mercachifle… »
Afortunadamente el mundo cambia, los seres cambiamos y nuestras búsquedas cada día son más complejas. Aquellas cosas, morales, éticas, importantes que decíamos a nuestros hijos están cambiando de forma acelerada, por lo tanto, decirle a un hijo hoy: -«Mi amor, es importante que estudies, saques un título, eso te garantizará que nunca te falte el trabajo». Esta frase noble, que funcionaba quizás para los tiempos en que nos levantamos los actuales adultos, hoy es casi una patética mentira, y una promesa con gran posibilidad de no ser viable.
Por todo esto, no usemos el conocimiento para atacar, menospreciar o simplemente burlar al otro; dejemos que cumpla su viaje, para que todo esto cumpla nuestra mejor y única misión: servir. De lo contrario, éste se convertirá en una oxidada lanza que sólo exalta nuestros aspectos menos humanos.
En una oportunidad, una chica en una farmacia me preguntó que cuál era el tema de la charla del próximo lunes, a lo que respondí que era un tema de relaciones, entonces me dijo: -«Yo no voy a ese tema porque con lo que sé tengo, si te escucho me confundo y me echo una enredada». A lo que le contesté: -«También enredarse, y desenredarse, es un proceso humano, que nos pone siempre a reflexionar, a crecer. Porque tanto nos ha cambiado el mundo y la vida, que hoy en día, para relacionarse, el amor no basta».
Citando al Curso de milagros: La paz comienza cuando dejamos de querer tener la razón.
Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga