La envidia y los celos contienen la misma energía, por lo tanto, también participan de lo humano. Mientras que la envidia es sentir que yo me merecía más que tú eso que tienes; los celos son el sentir que esto es mío y nadie me lo va a quitar. En las dos reacciones emocionales, encontramos la necesidad de apropiarnos, del poseer como forma de seguridad y como medida exacta del esfuerzo. Pero en el vivir no necesariamente la compensación posee exactitud, ni tiene caminos claros.

La mitología greco-romana está llena de escenas de celos, de seres celosos, de episodios de venganzas por celos, lo que permitía que el hombre pagano pudiera recrearse en lo sentido y encontrar referencias para vivir estos estados posesivos con ellos mismos, sin sentirse culpables, inseguros, enfermos, o asociales. Cabe destacar que cualquiera de estas expresiones, vividas sin límites, caerían en la patología. Pero vivirlas desde el sentimiento, desde el flechazo de Eros, o desde la necesidad compulsiva de triunfo y reconocimiento, se hace muy dificultoso en una cultura donde hay que hacerlo bien, sin que nadie sepa muy bien cómo, ni qué precio paga por hacerlo así.

El otro día, dictando una conferencia acerca de relaciones, una bella joven levantó la mano y me dijo: «Con todo respeto yo opino que celar es una acto primitivo que denota una gran inseguridad, yo tengo veinticinco años y ni me lo permito, ni le permito a nadie que lo haga, y eso me ha dado excelentes resultados». Respeté la posición de la dama, pero preparé la artillería, porque al hablar de las relaciones, lo único que persigo es humanizar las situaciones amatorias, y devolver nuestra imperfecta y muy rica experiencia crecedora de ensayar y errar, pero desde cada uno. De pronto, otra joven, quizás dos años menor, levantó su mano para decir: «Disculpe, pero quiero plantear que mi gran problema es que me enamoré de alguien desde hace seis meses, y una de las cosas que me tiene más ansiosa es que él no me cela, y a mí me enseñaron que quien no cela no ama, ¿Cómo hago?»

Si seguimos a estas dos damas, el pensamiento colectivo sería una locura como esta: si celas eres una persona muy insegura, pero si no celas no amas. Con locuras como éstas salimos a relacionarnos y a querer hacerlo bien. Los celos, al igual que la envidia, se caracterizan por ser bi-laterales, es decir que donde hay un celoso hay un celado, generando acciones o reacciones conscientes o inconscientes, para ejercerlos o ser víctima de ellos. Esto deriva, casi siempre, en una dinámica de relación que alguien debiera parar, ni siquiera para extinguirla, pero sí para hacerla consciente y bajarle los volúmenes cuando se haga insoportable o peligrosa.

Cuando nos involucramos en estas formas emocionales mal vistas o profanas, es necesario saber que parten de mí, o que participo en ellas, y desde allí podré transformarlas. Cuando me hago consciente de que tanto lo divino como lo pagano, también están en mí, me humanizo y puedo estar en el mundo desde una visión que me incluye y no me culpabiliza.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga