Quizás no les sea familiar este sustantivo «Alma», llevado a acción del verbo: almar; acción de ponerle alma a las cosas, a aquello que nos interesa. Esta acción de involucrarnos, está muy relacionada con el tema tantas veces tocado en esta columna, como es la responsabilidad.
El hacer algo, el cumplir un rol, el desempeñar un papel, el estar en un status, no determina, para nada, lo que aquí llamaremos almar. El decir popular expresa cosas como: «Este pasó por la universidad, pero la universidad no pasó por él». Cuando vemos a un actor entregado a su papel, al sentir de su transfiguración, nos logra mover emociones, entonces hablamos de que su trabajo tiene duende, alma. Cuando alguien se entrega a algo, le pone amor y se involucra realmente, decimos que a ese algo alguien le pone o le puso alma y corazón; en cualquiera de esos casos se está almando. Dejamos que las cosas pasen por nosotros y nosotros decidimos pasar por ellas. Así los seres, las relaciones, las situaciones, los roles, las experiencias, los aprendizajes, y hasta los momentos más difíciles marcan huella indeleble en nosotros y eso, no importa cómo, nos marca un camino en el cual vivimos intensamente.
Gabriel me escribe desde Maracaibo y me cuenta que acaba de cumplir treinta y cuatro años, es ingeniero, y me pide le dé tips de cómo administrar el tiempo, pues dice ser un curioso empedernido, por lo tanto, canta en una coral, estudia italiano y recibe clases de contabilidad computarizada, todas estas actividades le apasionan, pero no puede dedicarles tiempo, y terminan convirtiéndose en perseguidoras implacables en su mente y le generan un gran estrés.
Amigo, si bien es posible que todas estas disciplinas te resulten apasionantes, se te vuelven pesadas porque ninguna cuenta con tu alma. Por lo tanto, el resultado será o desear que terminen para librarte, o estar en ellas si estar, pasar por ellas, sin permitir que exista ese eros que te involucra del todo y te permite relacionarte de forma profunda con tu escogencia. Por ello, mi recomendación es que hagas una lista de prioridades, y decidas con cuál curso te quedas y, luego, establezcas un compromiso y un orden con él, así te apasione, recuerda que ni siquiera para la pareja, la pasión es suficiente.
En nuestro afán, muchas veces irracional, de mantener lo que falsamente llamamos libertad, es como si dejáramos una pierna afuera, por si acaso, o simplemente para no sentirnos tragados por la experiencia, esto, nos impide almar la experiencia, y vivirla intensamente. Así, estamos llenos de vecinos que forman parte de un condominio, y no asisten a reuniones, padres que no asisten a las convocatorias de los colegios de sus hijos, parejas que se ven el mínimo, gente que no va a entierros ni hospitales porque la energía es negativa, y dejan a la deriva a afectos importantes que pasan por el mal momento.
Quizás nuestro mundo, nuestro país, nuestra vida, estén pidiendo a gritos que los almemos.
Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga