Hace poco, un asiduo asistente a las charlas de los lunes se me acercó emocionado a entregarme una carpeta, era su primer libro, y el tema: el crecimiento del ser, y su necesidad de hacérmelo llegar no era otra que la de habérmelo dedicado. Quizás todo esto suene consecuente, a mas de trece años, todos lo lunes, concentrando un número grande de personas que me escuchan, y que una escribe y me lo haga llegar, no debería ser de tanto alborozo. Pero esto toma relevancia en mis propias expectativas, las cuales, y no niego que por puro protegerme, están muy lejos de la posibilidad de que de allí nazca la sublime pero dura pasión por escribir, por dejar algo en muchos, por dejar mucho para muchos. Al contrario, el mucho hacerlo, me ha permitido, cosa que agradezco, poner mis expectativas a nivel de mi corazón, que si bien está henchido, también sabe que es importante por el hecho mismo y más nada, de allí que el hecho de que encima inspire a nuevas acciones, me desborda en gratitud. Para mí esto ha sido de mucha conmoción, porque el hacer esto lunes a lunes, como todo lo que hago, no me había permitido detenerme, escucharme en boca de otro, decantarme en la emoción de alguien, quien sólo intenta sentirse mejor consigo, y al lograrlo, necesita trasmitirlo, comunicarlo, expandirlo.
Creo que una de las formas más claras de aprender el difícil, pero noble arte de agradecer, es descubriéndolo en otros. Son muy complejos los caminos y, a veces, no muy claras sus manifestaciones. Quizás el que alguien te pueda dedicar un libro honra muchas cosas, para ese autor merecidas de ti, pero también honra otras tantas que son importantes descubrir para dejar tierra fértil en lo que se está haciendo. Sin embargo, a veces el agradecimiento aparece de las maneras más torpes, menos delicadas y toca campanas importantes también en lo que hacemos.
Una señora me contaba que en su casa el hábito de recibir a los amigos de sus hijos se ha transformado en algo pesado, pues éstos llegan sin llamar, se instalan sin mirar las necesidades de intimidad de la familia, y que ella se va a ver en la necesidad de ponerle reparo y eso, seguro, deteriorará la amistad; pero de qué otra forma ella encuentra de poner unos límites que se le fueron de las manos y ahora es necesario establecer. Es aquí cuando el agradecimiento y la honra se visten de luces. ¿Qué hace que esos amigos terminen en tu casa y no en otra? Que en tu casa encuentran un ambiente amistoso, cálido y libre, que seguro no encuentran en la suya, ¿Qué hace que se queden ahí y pasen por encima a los dueños de casa? Una familiaridad de la cual se sienten parte y que su mayor muestra de agradecimiento es seguir ahí, y ganar terreno allí. Eso no determina que lo hagan respetuosamente, nadie les dio mapa y eso, desde una honra agradecida al amor, hay que hacerlo pero al entender las motivaciones reales, los tonos, y las formas, pueden ser más suaves y humanos, ¿No te parece?
Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga