Que las cosas salgan bien, hacer lo que nos toca bien, salir de los aprietos bien, establecer buenas relaciones, ser buenos ciudadanos y seguir siendo buenos para que todos nos quieran, nos aprueben y nunca nos dejen, quizás sea la conducta más perseguida, o ese objetivo inconsciente que nos tira en silencio. Se venden millones de libros, programas, cursos de cómo hacer bien las cosas, y no han dejado de tener éxito de público, en esa afanosa búsqueda de todos por hacerlo bien. Así, parece que ante cada paso importante de la vida se nos despertara un diablito interno que nos pregunta acuciosamente «¿Lo estarás haciendo bien?»

Ahora la pregunta: ¿y qué es hacerlo bien, cómo se hace bien, quién determina cómo se hace bien? Aquí está el problema a desentrañar. Porque, es verdad, las normas de un colectivo dictan ciertos lineamientos que, en la mayoría de los casos, sobre todo cuando está envuelto lo emocional, son inhumanos y realmente inconexos con lo que sentimos como individuos, entonces se erige una nueva disyuntiva: hacerlo bien conmigo o quedar bien con los otros y así garantizar su «Amor».

Reconozco que me gano o me ganaba la vida diciéndole a la gente cómo hacerlo bien; ahora pasado tiempo y vida, entiendo que este criterio es individual y tiene que tener su propio camino, su propia andanza, y es de allí cuando lo podemos combinar, o marinar, o aliñar con los lineamientos de los buenos, para encontrar esas formas propias que nos abrirán las puertas a ese sentido de responsabilidad con nosotros que dejamos olvidada.

¿Servirá de algo hacer algo que el mundo dicta como bueno o correcto o lo idóneo, cuando te quedas con la emoción atragantada, y sintiendo esa horrible sensación de haberte traicionado e ignorado lo más importante de la historia: tú? Y no se trata de egoísmo, es simplemente responsabilidad. Y si lo hicieras apegado a ti, ¿Tendrías la fuerza y la templanza para sufrir el miedo a perder el amor y la aprobación de los demás, basándonos en que somos seres tribales, con la sola recompensa que fuiste coherente con tu sentir? Hoy les diré no sé, no soy quién para decir qué camino seguir; creo, al igual que el poeta Machado, se hace camino al andar, lo único que sí inspiro y apoyo es a caminar, a hacer el camino, para que la combinación se vaya haciendo forma, sello y estilo en uno.

Creo que, en principio, hay que salir de los edenes y paraísos ideales, toda decisión lleva, en sí misma, un precio, y cuanto más importante, el precio es más alto. Como le dijera el personaje Demián a Sinclair en la novela de Hess, «Demián»: «Para que un mundo nazca, otro debe de morir inevitablemente». Así, en cada decisión creamos algo, hacemos que algo viva y que algo muera; aquí es cuando resulta poco importante hacerlo bien o no tan bien, lo único trascendente será hacerlo.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga