Hablar del tema de la suerte, es tocar un punto ciertamente curioso y, a veces, irónico en la vida de todos. Hay quienes no creen en la suerte, la niegan, y hasta les mueve el hígado referirla. Hay también quienes creen en ella, la persiguen, la acosan, y a veces, les sonríe y otras no. Pero también, están los que se reconocen hijos de ella, o negados por ella. Así, vamos llevando una vida donde la señora fortuna se nos vuelve fantasma y se nos agiganta. ¿Qué sucede con los dos boxeadores con igualdad de condiciones, de peso, de entrenamiento, de cualidades naturales, ambos rezan a la misma virgen, piden ganar, y frente al mundo, se persignan al mismo tiempo. ¿Gana acaso el mejor o el más suertudo; pierde aquél a quien la señora fortuna, no abrazó? Preguntas éstas, difíciles de contestar y que siempre caerán en la especulación.
Por allí leí que tener suerte es: ESTAR PREPARADO PARA CUANDO LLEGUE LA OPORTUNIDAD. ¿Preparado en qué, cómo, en cuáles circunstancias? Y ¿Qué oportunidad, donde? O es que ¿Acaso los que están en la estrecha tarima del éxito son los más preparados, los que más saben, los más buenos, los más intuitivos, los más místicos? Sin duda, y pesa decirlo: ¡NO!
Por todo esto, creo que todos experimentamos esa especie de fortuna; en momentos, en áreas de nuestras vidas; y la señora suerte se nos muestra más clara cuando nos comparamos con otros, que haciendo lo mismo, más o menos, han conseguido, a veces más o menos que nosotros.
Aquí, por lo menos a mí, me mostró que esto de la, tan anhelada, «Suerte», puede jugar en contra o a favor de nosotros, pero que sólo cuando nos quedamos sin alma nos arropa, entonces, la pregunta surge del mismísimo lodo existencial, ¿pagaríamos el precio de quedarnos sin alma?
¿Acaso tenemos alguna oportunidad de crecer en la miel de la fortuna? ¿Tendríamos alguna oportunidad de trabajar nuestros aspectos más sensibles, a la luz del ganar solamente? O ¿no sería afortunado también el perder, el sensibilizarnos con nuestras vulnerabilidades, con fracasar y conocer el amargo sabor al que le huimos siempre? Entonces, quizás, muy a despecho de aquel que todo le sale bien y lo logra fácil, otros vengamos o desarrollemos la capacidad de aprovecharnos de nuestras caídas y acercarnos al realmente importante de los escenarios; el de nosotros mismos. Aquí también, seremos altamente afortunados. Pero, en verdad, esta es mi opción, no la verdad del cómo se hace, ésa no la tengo y esa, hoy en día, ES MI FORTUNA.
Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga