En algunos meses saldré de viaje a la India con un grupo de más de quince personas, con la ventaja de que nadie va a buscar o a encontrar algo específico, simplemente vamos a ver qué nos da la experiencia. Por supuesto, ya hemos hecho una serie de reuniones acerca de cultura, cuidados, religión, etc., como creo que se deben preparar aventuras de este tamaño.

En una reunión me quedé hablando con una de las del grupo, quien me decía: «Con este viaje he aprendido a distinguir la diferencia entre entusiasmo y expectativa, tengo muchísima ilusión por lo que voy a vivir, por el cómo me voy a sentir ante esa cultura, y no estoy esperando nada específico, pero, como tú mismo dices sé que por muy rico que suene el viaje, por muy divertidos que parezcamos, hay mucho que cocinar, cuando nos toque convivir tantas horas en aviones, autobuses, trenes, elefantes, camellos, etc.; con quince personas, sus sombras, quienes dejarán sus máscaras de simpatía, adaptabilidad, buen humor; en el momento menos pensado». Sus palabras me parecieron llenas de humanidad, de esa verdad tan clara que pasa desapercibida, de esa sencillez, y a la vez, complejidad de la vida.

Quizás a quien toca cuatro provoque tirárselo por la cabeza cuando, a cuarenta grados a la sombra, sin poder tomar agua y viendo cosas que impresionan, oigamos notas criollas, que pueden sonar a cualquier cosa, menos a las ganas de gritar que alguno sienta; que ante situaciones nuevas que involucren a otros, nos guardemos las expectativas y nos permitamos subir al barco y navegar ese mar desconocido que significa conocer, convivir, intimar, identificarse, rechazarse; llenos de entusiasmo, y también abriendo nuestro corazón para vivir ese «A ver qué pasa», tan nutritivo.

En el artículo anterior, hablaba del arte humano de cocinar, y esto que he planteado no es otra cosa. En lugar de caerme a imágenes inhumanas de lo positivo, y de lo bello de cada quien, recordar que ahí está un ser humano, quien desde lo que me muestra viene a mostrarme aspectos míos que necesito ver y meter en la cocina, a fuego lento y probando de vez en cuando a ver si el guiso está en su punto, o necesita alguna especie que lo enriquezca. Les contaré de la India y de todo lo cocinado.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga