Es curioso: dentro de las amplias opciones que nos brinda la globalización y el avance desmesurado de la cultura mediática -que ha hecho común debatir en público tópicos inimaginables- algunos temas siguen siendo prohibidos para los afectados directamente por ellos, como la muerte, el sexo y el dinero.
Quizás me lean como a un loco que ve como prohibido los temas que más sintonía, taquilla y audiencia dan a cualquier medio de comunicación. Pero, si bien se tocan a nivel general, se esconden a nivel particular, por lo tanto el tanto hablar de ellos nos muestra lo torpe que somos para conversar sobre ellos. Hoy conversemos acerca del dinero.
Quizás los más comunes motivos de mi consulta se basan en una torpeza, que raya en inhibición, al abordar de forma clara, abierta y -por qué no- amorosa el tema económico con los que amamos. Se sigue viendo como generoso a quien regala o presta dinero y da la espalda, quien te dice inconsistencias como «Tranquilo, me lo pagas cuando puedas» y, como huyendo, desaparece dejando una estela de «¡Qué bueno es, qué generoso!», pero él mismo no se permite hacer las humanas preguntas que te harías cuando prestas algo que valoras: «A ver cuéntame: ¿Cuándo y cómo crees tú que me lo vas a pagar?, ¿Cuándo puedo pasar a cobrar este dinero?». Eso jamás, sería bochornoso, y el necesitado sentiría que está en manos de un chantajista. Sin embargo, nos encanta quedarnos con las incertidumbres: «¿Será que esto me cuesta la amistad?, ¿Será que se le olvidó?, y si le recuerdo… ¿Será que me deja de querer? Mejor lo dejo así, un afecto vale más que eso». Y nos quedamos con esa papa caliente en la mano, con un enojo encapsulado y una sensación de abuso que, seguramente, causará una implosión en nosotros, porque ni a explotar nos atrevemos, no sea que me aturdan con «¡Qué pichirre, sólo piensas en dinero, indolente ante el problema de los que no tienen!», así que mejor me callo, sin darnos cuenta que el dinero, siempre, representa valores como confianza, seguridad, solidez; y eso es lo que presto y me prestan. Por eso, necesita ser conversado.
Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga