Pareciera que rendirse -Verbo al que me he referido otras veces- y defenderse fueran opuestos, y esto no es así. Rendirse es un acto interno, que equivale a arrodillarse, donde dejo que la emoción deje de gritar en mí para luego oírla claramente, y esta actitud me lleva a tomar una posición responsable, a ocuparme de lo que me toca, ejercer mi legítima defensa, viviendo el proceso más que apasionándome por ganar. Incorporar mi instinto de defensa ante aquello y aquellos que puedan irrespetarme como persona, ciudadano, profesional, es una forma de autoestima.
Rosa llegó a mi consulta algo acelerada, era el prototipo de la 4X4, tan conocida en nuestra cultura. Se sentó, la dejé respirar y me dijo: «A veces siento que no puedo más. Pero cómo hago, son tres chamos y la única que da la cara por ellos soy yo». Al preguntarle por el padre de los niños, se encrispó y me dijo: «Ése es un bueno para nada, desde que salió de mi casa -Y de eso hace seis años- ni para desearles feliz cumpleaños, y mira que yo no le pido nada, no necesito, sólo le exijo que esté pendiente de ellos y me tranca el teléfono, se niega; es una basura». Yo, además de solidarizarme con su humana indignación, le pregunté: «¿Y tú vas a dejar eso así?» Ella me miró sorprendida y contestó: – «Claro, yo lo único que quiero es tener paz».
Rosa no tenía ninguna oportunidad de tener la tan anhelada paz, estaba llena de ira contra un hombre que no se responsabilizaba y eso a ella la perseguiría hasta que tomara cartas en el asunto. La paz para nada tiene que ver con la inacción, muy al contrario: la paz se logra cuando mi conciencia queda tranquila porque hice todo lo que estaba en mis manos. Cuando «Dejamos las cosas así», simplemente dejamos de hacer lo que nos toca y cobijamos al irresponsable para que salga impune y lo repita una y mil veces. Luego de explicarle esto le dije: «Amiga, ahora te toca seguir con tu parte, y se trata de seguir los canales regulares ante un padre irresponsable. Sé que no es grato, no es fácil, pero es lo que toca, además es el legado para tus hijos: que en lugar de verte como una heroína, que no sepan cómo pagarle lo que hizo por ellos, que con tu actitud les enseñes lo que se puede hacer cuando uno asume su responsabilidad y su defensa en la vida».
Ella se quedó muda. Sonrió y me dijo: «Me gusta eso, pero nunca imaginé que quien me abriera los ojos para aprenderme a defender fueras tú».
Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga