Me confieso con la mala costumbre de analizar y dejar en remojo ciertas palabras, términos o ideas que oigo de forma incesante en boca de otros o mía. Antes, durante y luego de las pasadas elecciones, la palabra democracia ha sido el centro de conversaciones y, dada mi costumbre, la dejé en agua fresca.

Y surgen interrogantes: ¿Seremos los venezolanos lo suficientemente flexibles con nosotros para observarnos, sentirnos, ejercer el arte perdido de la reflexión, o simplemente somos seres reactivos, que arrollamos nuestro sentir? Si democracia es la capacidad de participar, opinar, enrumbar; suponemos que es un camino de madurez que me permite, primero que todo, libertad y tolerancia conmigo. Cuando mi cuerpo grita (A través del dolor o del desorden sintomático) ¿Soy capaz de escucharlo, de sentirlo, de conectar lo que puede, en verdad, estar provocando ese síntoma, o corro a buscar el medicamento para eliminarlo? ¿Es eso democrático?

En nuestra familia ¿Es posible disentir, aún en lo religioso y político, se nos aprueban nuestras ausencias, aunque sea bajo la humana excusa de no tener ganas?, ¿Se nos explica con claridad, no importa la edad, el por qué se toman las decisiones, se nos escucha y se nos pide opinión? ¿O simplemente se establece una línea política- religiosa, ético-moral, o de “sacrificio por la familia” que termina siendo lo único importante, desvalorando y castigando lo que no sea igual o que no complazca los sueños y/o frustraciones de los líderes?

En nuestros grupos afectivos, llámense amistades, ¿Puedo rodearme de personas que disientan de lo que pienso, o simplemente establezco “Clanes” donde estás conmigo o contra mí; ¿Acaso me siento libre para mostrar desacuerdos, manteniendo una línea de respeto y afectividad, que en lugar de alejarme me acerque?

En mi pareja, ¿Me siento libre para plantear aspectos en crisis en mí y en nosotros, me siento escuchado, se respeta lo que sentimos, así no sea agradable, se toman decisiones en plural?

Entonces, ¿A quién esperamos que nos venga a dar lo que ni siquiera habita en nosotros?, ¿Algún líder podría traernos, desde afuera, algo que no sabemos ni podemos vivir?

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga