Uno de los temas de mis conferencias que más piden es éste, y eso tiene una razón de ser, puesto que la vida es básicamente cambio, y quizás sea eso lo único permanente que poseemos.

Lo primero que hay que ver, es qué es la vida, es algo que comienza y finaliza en nosotros. Si bien podemos creer en la inmortalidad del alma, las otras vidas, etc., cuando abandonamos el cuerpo ya los cambios, conflictos y problemas abandonan su protagonismo.

Lo segundo es esa necesidad de hacerlo armónicamente, si bien es legítimo quererlo así, lejos estamos de lograrlo, puesto que recordemos que Armonía, en la mitología, era la hija de Afrodita (Diosa del amor) y Ares (Dios de la guerra) y es sólo de la tensión de estos opuestos que nace Armonía. Para la mayoría, la armonía está ligada a la inacción. Y lo de hacerlo bien o mal dependerá de quién y cómo lo vea, que todo, hasta un reloj parado, da dos veces al día la hora correcta.

Otra consideración importante sería revisar si ese cambio que me pide la vida está exigido desde la «Tribu», los demás, o se refiere a algo estrictamente íntimo y personal. Esto no es sencillo y cabe aclarar que si descubriéramos que el cambio es producto de la presión del colectivo, no necesariamente es perjudicial, pero reconociendo que es algo que no nace de mí, es más fácil someterlo al «Fuego lento» en mi vida.

Un punto interesante es el aprender a darle valor a la llamada «Precariedad» que todo cambio conlleva, esto se refiere a la parte difícil del cambio, así sea para gran beneficio. Esto lo podemos ver en la capacidad de vivir los procesos, con la conciencia de que hay áreas nada fáciles, y sin embargo no las obviamos, ni intentamos atajos. Así mismo debemos soltar la dependencia a los resultados, para enamorarnos del proceso, que nos reportará ganancias reales en nuestro crecer.

En resumen, la habilidad de vivir el cambio no es una mera acción de solucionar o resolver, sino de vivir intensamente un proceso lleno de incertidumbres, de dificultades, donde necesitamos apoyo, fuerza y conciencia para integrarlo y vivirlo a plenitud.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga