Cuando nombramos algo, nos adueñamos de eso. Uno de los trabajos del terapeuta es escuchar al paciente y encontrar en su verbo aquello que es inconsciente y que emerge encubierto en el lenguaje.

Es impresionante como, de unas décadas para acá, se nos coló el lenguaje bélico en el amor, en los negocios, en la vida, quedándonos atrapados entre los deseos de amar, ser amado, tener éxito, llevar a buen término una negociación, cuando lo que subyace es la necesidad de vencer, derrotar, humillar y la utilización de estrategias ante las que sucumba el enemigo, siendo éste o ésta, nuestro destinatario de amor, de beneficio, o de cercanía.

Si todo lo creado fue pensado y la palabra como expresión del pensamiento tiene poder, fuerza, energía y capacidad de materializar, imaginemos entonces dónde nos encontramos. Si nos acercamos a revistas femeninas, encontraremos exhibidos en sus coloridas portadas, titulares como «Ponlo como un gatito a tus pies», «Véncelo con tus mejores armas de seducción», «Deja que muera de ganas de tenerte», «Cómo amansarlo y llevarte el anhelado trofeo». Todos estos titulares de portada sirven para que el sexo femenino se sienta en el mejor campo de entrenamiento militar. Si quieren saber los resultados de esta locura, repasen las estadísticas de parejas, divorcios, niveles de intimidad, en las dos últimas décadas.

Por otro lado, en el mundo de los negocios, el lenguaje bélico ha tomado unas dimensiones brutales, lo que ha hecho que el término negocio, sugiera cualquier cosa menos ese intercambio en el cual los involucrados se sienten satisfechos. Aquí, sustraigo un párrafo de uno de los libros más vendidos de este tema: «Haciendo la Guerra Comercial» de David Rogers: «Transfórmese en un maestro de la estrategia de los campos de la muerte corporativos y gane la guerra del éxito… Ganar puede ser imposible si usted no es un maestro en estrategia militar… Si quiere triunfar en la batalla, tome conciencia de que si está en los negocios está en la guerra…».

Reflexionemos acerca de esto… al igual que a las damas de la antigua China, a quienes les quebraban los pies para que se vieran hermosos, a nosotros nos han quebrado el alma para sentirnos exitosos.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga