En esta carrera sofocante en que se nos ha convertido la vida, se suceden hechos cada vez más contundentes para que se nos apaguen las luces y nos tengamos que detener.
Hoy quiero traer a colación el paro petrolero, un hecho sociopolítico ocurrido entre Diciembre de 2002 y Enero de 2003. En lo particular, me enseñó algunas cosas que me gustaría compartir: recuerdo que producto de la manipulación de la gasolina, debido al racionamiento, me enteré que un repique del teléfono celular era capaz de hacer volar un tanque de gasolina. Me detuve en ese hecho y saqué conclusiones que me permiten cuidarme, a la vez de observar a aquellos que no se detuvieron en esa noticia.
La conclusión, que para nada me hace más inteligente, le da valor al hecho de detenerme en la certeza de que el repique de un celular puede detonar un tanque de combustible, y que por ello lo apagaría cuando entre a una estación de servicio. Esas conclusiones claras sólo las provee la detención que a su vez nos permitirá cocinar, reflexionar y caer en un nutritivo «darnos cuenta».
El gerente de una importante trasnacional, durante un encuentro de emergencia que me pidió, me decía: «Lo que te voy a contar te sorprenderá, pero estoy en shock a propósito de este estar en casa, y es que luego de tener a tres hijos (el menor, de veinte años), de tener treinta y tres años casado con la misma mujer, siento que ahora es cuando caigo en cuenta de lo que esto significa; siento que desconozco a mis hijos, que soy un extraño o, mejor, un visitante eventual que ahora decidió quedarse. Eso me tiene mal». Este caballero había recibido un apagón que lo detuvo y le hizo DARSE CUENTA de sus creaciones, y así lo alenté a que viviera el duelo de su ausencia, y se permitiera vivir este nuevo y quizás duro amanecer para su vida.
Por tu vida, por lo y los que amas: ¡DETENTE!
Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga