En esta locura vertiginosa nos empeñamos en resolver situaciones, convenciéndonos de cosas que si las pensáramos dos veces, nos daríamos cuenta de la trampa.
María Isabel me hizo una entrevista para una revista regional el año pasado. Hizo lo que, lamentablemente, pocos colegas hacen: realmente investigó acerca de mi vida profesional e indagó en detalles de los que ni yo me acordaba. Dada tanta dedicación y lo fluido de la entrevista, pedí unos cafés y nos quedamos conversando. Cerrando la entrevista, me dice: «Sabes, yo sé que a mi vida viene algo maravilloso en el amor, me siento muy preparada para vivir una pareja como me la merezco y la he soñado». Asombrado por lo abrupto de la afirmación, indagué: «¡Qué bueno!, te felicito ¿y qué te hace pensar que realmente estás preparada?». Inmediatamente respondió: «Más que un pensamiento, es una certeza. Fíjate que a mí me han herido unas cuantas veces en el amor, pero yo me siento ilesa, intacta, como si nunca me hubieran hecho daño, como que nadie hubiera podido matar lo hermoso en mí. En cambio, veo a mis amigas tan magulladas, tan a la defensiva, que sé que a mí me viene algo especial. Y muy pronto». Hice, entonces, una pregunta malintencionada: «¿Y tus amigas, a las que te refieres, tienen pareja, o relaciones afectivas?». Y ella confiada disparó: «¡Claro! Pero así yo no quiero nada, puro conflicto, lucha, hoy mal y mañana regular, qué va, eso no es lo mío».
Mi joven entrevistadora se fue, cariñosa y risueña. Y yo le desee suerte, pero me dejó un gran sinsabor por la ingenuidad que expresa ante esa supuesta preparación. En su relato, era claro que se había anestesiado ante el dolor, y creía que estaba inmune, por lo tanto, no había dejado que sus heridas la defendieran, la sensibilizaran y agudizaran su olfato, su intuición, que la sacaran de la inocencia y la pusieran en la realidad, para aquí poder construir, con esfuerzo, lo que realmente soñaba.
Es distinto «estar preparados» o prepararse para un examen, trabajo, competencia, etc. En lo sustancial de la vida, la preparación surge de las heridas, de los «caer en cuenta», de los «romper mitos», todo esto, bordado con nuestras heridas, marcarán la diferencia.
Entonces, realmente, ¿estamos preparados?
Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga