Seguro que, con la mejor de las intenciones, la influencia de esta cultura determinó que la mayoría de nosotros hayamos sido educados para ser BUENOS, y no FELICES.

Esto no sólo ha generado un esfuerzo titánico en nuestra vida, sin mucho éxito, de hacer todo bien, pero sin disfrute ninguno. Sin asomar el corazón, sin meter la pata y reírnos a carcajadas, sin pedir o exigir lo que corresponde, etc. Somos a veces tan buenos que a la gente le encanta invitarnos gracias a nuestro imperturbable buen humor, a que delante de otros todo nos parece bien, a que si nos sentimos mal lo disimulamos y que si un gas se nos atasca en una tripa, preferimos ponernos morados y morirnos que soltarlo y pedir disculpas; todo esto nos hace «gente chévere», y les encanta invitarnos y compartir, porque, de vez en cuando a la infelicidad le gusta sentirse acompañada. Hay, dentro del mismo esquema, quienes actúan la polaridad, entonces son tan impertinentes, tan molestosos, tan irrespetuosos, que buscan esa atención que nadie les dio en su momento, y tampoco son felices, simplemente compensan su represión.

En estos espejos nos toca mirarnos para saber que el relacionarnos se trata de disentir, de decir: «Sí, es cierto, soy muy alegre, pero hoy no estoy en ese son», ó «sí, soy muy tolerante, pero esta situación me colmó». De incomodar, de hacer lo que no es usual o bien visto. Y los que sólo quieran armonía, que se compren unos muñecos de cera. Yo tengo el derecho de pedir, y será el otro quien me ponga los límites, y si no me los pone, el problema es de él.

Los países están plagados de «buenos ciudadanos» que se calan cualquier cosa, las universidades están llenas de «buenos chicos» que no saben ni por qué están ahí, las camas están llenas de «buenos amantes» que no se tocan, las familias están llenas de «buenos padres» que están ocupadísimos, así, nos transcurre la vida de buenos, mientras vivimos muriéndonos.

Creo que este planeta merece que comencemos a ejercer lo que legítimamente nos corresponde con la dificultad del caso, con las equivocaciones, pero siempre con la pasión por ser quienes somos.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga