En este mundo, cada día más plagado de mujeres autosuficientes y de hombres seductores y escapistas, aquello de hacer pareja no es un tema sencillo de abordar, y menos un compromiso para ejercer. Sin embargo, encontramos en todos un anhelo casi susurrante de conseguir pareja y de jugar a la casita feliz; por lo tanto, las poderosas mujeres permanecen con el lazo montado y los huidizos caballeros con sus buenos zapatos de carrera larga.

Una lindísima muchacha en un cóctel me vigiló y, cuando pudo, me abordó: «Disculpe que lo interrumpa, pero creo que Dios le pone a una las oportunidades y hay que aprovecharlas. Mire es que yo no dejo de preguntarme ¿qué pasa conmigo? Fíjese en mí: delgada, buenas curvas, bonita, inteligente… estudio derecho y tengo cuarto año de piano, independiente, y nada. Terminé una relación hace dos años y de ahí ha sido tropiezo tras tropiezo, y quería preguntarle si me recomienda algo, algún ejercicio o terapia para ver si esto cambia».

La escuché atentamente y, además de recomendarle paciencia y no dejarse ganar por la ansiedad, le dije: «El mejor ejercicio que te recomendaría es preguntarte, con tantos atributos ¿porqué no te casarías contigo misma?». Ella me miró asombrada: «Sí, de tocarte casarte contigo, qué cosas te parecerían difíciles para convivir, hacer pareja, y estar en el día a día con tu otro yo».

Hizo silencio, saludó a algunas personas, y cuando me iba a escabullir con el grupo que estaba, ella me llamó y me dijo: «¡Caramba! Usted me la puso difícil, pero entiendo que yo no soy nada fácil. Siempre quiero controlarlo todo, quiero ser el centro de todo, soy muy susceptible, cambio de humor con facilidad, y soy maniática con el orden y la limpieza. Con todo eso, yo misma pegaría una carrera ante la posibilidad de convivir conmigo».

La felicité por su sinceridad y le dije: «Ahí tienes cosas muy importantes a trabajar, porque si para ti son difíciles, imagínate para quien desee establecer algo contigo».

Entonces me agradeció y me preguntó que si podía hoy dormir tranquila ya que encontró su bloqueo, y me reí mientras le decía que esto no se trata de fórmulas mágicas, sino de trabajo con uno mismo, porque en mi relación conmigo está la clave para mis relaciones con los otros.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga