He oído en estos años cientos de historias de familias, lo que me permite concluir que en ese vínculo eterno, sanguíneo y sistémico, está mucho de lo que somos, resolveremos y trascenderemos. Hay quienes se sienten en la familia equivocada, esta postura pertenece a una adolescencia familiar, llámese a un vínculo no ejercido, y menos profundizado. Siento anunciarles que tal equivocación no es posible: siempre tenemos la familia que nos muestra cosas que somos incapaces de mirar en nosotros, y la que nos lleva a las importantes reflexiones; aunque reconozco que no es fácil de digerir, aceptar y menos ejercer nuestra parte con responsabilidad.

Uno de los problemas con la familia se presenta en nuestra imposibilidad de renunciar a ella. Nunca he sabido de ex madres, ex hijos, o de ex tíos; ellos son y serán, te guste o no. Y no hay nada más duro que intentar romper vínculos, pues éstos te siguen a donde vayas y te aparecen por doquier. Quizás, fue en la familia donde, dócil o rebeldemente, aprendimos de tolerancia, de convivencia, de secretos, de unidad, de solidaridad; o sus contrarios que terminan enseñándonos lo mismo, pero al revés.

Aquellos que nunca conocieron a su padre, o han sentido su ausencia, lo buscan hasta el final de sus días, bien sea haciéndose adictos al trabajo, o en hombres en los que puedan vengar el vacío que les dejó el suyo. Así mismo harán con la madre, o con cualquier ausente, aunque se la pasen vociferando que no les importa, que pasaron esa página. No podemos pasar páginas esenciales, simplemente porque no son páginas, son el mismísimo libro.

Pasaremos la vida buscando lo perdido y llenando lo vaciado, y cuando evadimos esto, parece que eso que llenamos tuviera un hueco que nos deja insuficientes. Lo esencial es, no pretende ser.

Otra de las formas comunes es ir haciendo familias, pero con la libertad de constituirse en vínculos más flexibles y aparentemente más iguales, pero cuando volteamos, lo que hemos hecho es imitar a nuestra familia, pero con los panas, equipos de trabajo, etc., para así comprobar lo importante que es.

Por eso, al caminar por la vida, al intentar crecer volteándonos hacia dentro, concluiremos, ¡qué rico sentirse en familia, qué bien se siente contar con ella, y cuánto libera el pelear con quienes no me dejarán, ni yo podré borrar de un plumazo!.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga