Como hemos dicho muchas veces, Armonía es la hija de Marte (dios de la guerra) y Afrodita (diosa del amor), es decir es el producto de una tensión de opuestos. Así mismo, Placer, es nacido de la unión de Psique (mortal hecha diosa, significa alma) y Eros (dios del amor relacional), y constituyen otra tensión de opuestos. De esta escueta explicación, sólo podemos concluir que ni la armonía se logra en la pasividad, ni el verdadero placer cuando no hay alma envuelta.

El movimiento New Age, con sus buenas y regulares, trajo algo que hay que verlo con cuidado, y es la adicción a lo armónico, a lo fluido.

Esto me lo escribió una señora, y lo trascribo, no por ser lo más representativo, sino lo más reciente del tema, les confieso que he oído y leído peores: -«…te escribo porque estoy atravesando un momento difícil, soy una mujer sola de cincuenta y seis años, tengo una única hija de treinta y dos, ella tiene un bebe sin padre, de tres añitos, que hemos criado las dos con mucho sacrificio. Mi mamá, al morir, me dejó una casa vieja, pero en muy buenas condiciones. Hace dos años, me detectaron una arritmia cardíaca y conversando con mi hija, ella me pidió, que por qué no poníamos la casa a su nombre, no vaya a ser que pase lo peor y nos agarre fuera de base. Yo lo hice, sobre todo pensando en mi nieto. El mes pasado, por consejo de ella misma, me fui a pasar una semana con una amiga que vive en Cumaná, para descansar, y cual fue mi sorpresa que al llegar a mi casa, no podía entrar, ella se había metido a vivir con un funcionario policial, y tenía una carta en la puerta, y una maleta con mis cosas. Decía el papel que ella estaba joven, se había enamorado, y que yo ya había vivido, así que le dijera a algunas de mis amigas metafísicas que me acomodaran en su casa. Yo entiendo su juventud, su amor, y te juro que lo que menos quiero es un conflicto, eso me estresa y me pone mal, pero imagínate, ando de indigente de casa en casa, y no sé qué hacer. La verdad que se quede con todo, pero que no me deje de querer…»

En esta narración, se niega el conflicto entre opuestos, lo que hace que se estanque el proceso, y se repriman toda clase de emociones que al no explotar, implotan dentro de uno. Entiendo lo difícil de entender que esta relación madre e hija, ya nunca será la misma, pero es necesario enfrentarla, y permitir que el flujo de emociones se expresen.

Hay que dejar de jugar a «héroes buenos», para ubicarse en «humanos vivientes», esa es la pauta.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga