Hay palabras que cuando se nombran o se leen, suenan nobles y hasta simples, pero encierran y exigen un sinfín de cosas que las convierte en términos complejos y difíciles de conjugar.

Durante una conferencia acerca del Mapa del Tesoro, una dama pidió la palabra y me lanzó esta perla: «¿Será posible un mapa del tesoro para la reconciliación de los venezolanos?».

De inmediato se escucharon aplausos en la sala que quizás estaba ansiosa de preguntar lo mismo o que simplemente han deseado tal cosa para nuestro país. La pregunta me puso en apuros, ya no por la respuesta, porque es simple hacer un mapa, dividido o roto, sucedido por otro que se vaya uniendo, hasta ver la unión; pero eso no es lo que llena mi alma, ni lo que me deja con la conciencia tranquila.

Antes de contarles la respuesta que sentí debía dar, les comento que el Mapa del Tesoro tiene en mí la intención de, al plasmar lo que deseo, descubrir cosas de mí y trabajarlas. Así que tomé segundos para conectarme y reflexionar para, ni salirme por la tangente, ni decir algo superficial en un tema tan sensible hoy día. Y le contesté: «Amiga, cuando nos ponemos a desear cosas para el colectivo, nos dispersamos del verdadero país posible y ese está sólo dentro de nosotros.

Yo te invito a hacer el Mapa del Tesoro del país que quieres, viéndolo unido, abrazado y reconciliado, pero esto tendrá sentido y resonancia cuando hayamos comenzado una cruzada de reconciliación con nuestra propia vida, con los nuestros, con lo que no aceptamos de nuestra realidad, con los que disienten de nosotros, de lo que pensamos, con aquellos que hemos borrado de nuestra vida por parecernos indignos, con aquellos que no escuchamos, que no leemos, que no vemos, porque simplemente no nos interesan; por allí hay que comenzar, porque si no, el Mapa no es más que una caricatura de mi espera porque otros hagan lo que yo soy incapaz de hacer. Un país no es un territorio, y menos sus gobernantes; son los corazones que lo integran, así no nos gusten».

Comento esto, no porque yo tenga las respuestas idóneas; sólo porque creo que es un deseo que está impreso en muchos corazones, pero que no encuentra acción porque parece que los irreconciliables son los otros. No: todo aquello que somos capaces de percibir y toca nuestro corazón afuera, de alguna manera resuena dentro y hay que ponerle manos a la obra.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga