Resulta complejo y difícil ejercer con éxito varios roles a la vez; ser padre de parte de la junta directiva y presidente de la empresa necesita de gran temple y de irse midiendo con firmeza para nunca atropellar las jerarquías ganadas por consanguinidad.

En una oportunidad fue a consultarme un joven empresario que había heredado una empresa metalmecánica de su padre; con el tiempo, la había hecho crecer y multiplicado las ganancias. Su tío, un hombre de sesenta y tres años, fue contable de una trasnacional que se había retirado del país, y a pedido de la esposa de éste, le solicitó empleo debido a que se estaba deprimiendo en la casa. El sobrino, más por lealtad que por otra cosa, reorganizó su departamento de administración, y le dio al veterano tío el mando de éste. Al principio, el tío se exhibía en las reuniones con la hidalguía de quien había llegado para salvar el nido de grillos que, según él, eran aquellos predios. Sin embargo, mi paciente presentía que algo no funcionaba. Hasta que un día, quien había sido la secretaria de su padre en vida, y quien llevaba más de treinta años en la empresa puso la renuncia.

Esta señora no se atrevió a decir nada; sin embargo, cuando se despidió, le dijo enfática a mi paciente: «Cuidado Luis Alfonso, pon los ojos donde debes ponerlos». Al poco tiempo, se percató de que el tío había metido en la empresa a sus dos hijos, ambos conocidos en la familia por «buenos para nada». Luis A., preocupado, echó mano de una de las estrategias de su padre y mandó una auditoría sorpresa que determinó que los procedimientos administrativos, además de arcaicos, echaban de lado deberes contractuales, lo que representaba juicios laborales, multas y problemas tributarios. Todo esto se correspondía al nombramiento del tío y a la llegada de los primos.

En sí la pregunta de mi paciente era: «¿Cómo haría yo, para salir de mi tío y sus hijos sin generar un escándalo familiar de grandes magnitudes?» Sencillamente imposible; la pregunta adecuada es: ¿Cómo genero la explosión familiar, con un mínimo de consecuencias y sin perjuicios para la empresa? Aquí el problema no son unos malos empleados, eso sería sencillo, es que son mis primos, y sobre todo, mi tío. Es, o la necesaria y dolorosa tempestad, o hacerse el loco y echar la empresa por la borda, así de difícil.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga