Hoy, aquí en la computadora, me encuentro poniendo en orden ideas, escribiendo y borrando, es decir iniciando el duro pero riquísimo trance de mi sexto libro, en medio de lo que pareciera un grupete de críticos que rebuscara en cada contenido, cada idea y cada palabra, haciéndome sentir que esto o aquello no es así, que no está bien, o que simplemente es flojo.

Y lo peor, es que todos están dentro de mí, y cuando les doy carta abierta sueltan esa crueldad reprimida por años que, aunque me duela, no deja de gustarme, porque detrás de este masoquismo intelectual se asoma la intención de que esas ideas expresadas puedan hacer el viaje más importante del mundo: el de la mente al corazón.

Este libro, a diferencia de los otros, se me ha hecho particularmente complejo y difícil. Quizás porque ya tengo una edad «seria» y cinco libros atrás, mucha agua ha corrido, y ya no apunto ni a la gloria, ni a las ventas y menos a que alguna alma generosa me comente que la lectura de mi libro le cambió la vida; todas las anteriores son ganancias que no desprecio, pero hoy no constituyen motores que me muevan a someterme a esta exposición.

Me gustaría que este manuscrito fuera sentido y llegara como tal, como quien siente una mano en el hombro o simplemente una suave, pero contundente manotada en la cara que nos despierta y nos pone a reflexionar sobre el único activo real que tenemos: NOSOTROS. Menuda tarea ¿no? Sin embargo, este mascullar palabras, robarle anécdotas al diario vivir, desnudarse sin miedo a que te critiquen, es una aventura que hace posible el maravilloso oficio de escribir y de parir un libro que, más que resumir lo que he dicho y pienso, sirva para que algún verbo entrecomillado abra al lector una puerta escondida hacia el alma.

Eso me ayudaría a sentir que la labor quedó hecha, porque luego de entregado a la editorial éste que suscribe no lo vuelve a leer más para no caer, como buen padre, en la tentación de cambiarlo. O de avergonzarse por lo malo que quedó.

Cada libro muestra tu cambio. Y debería asomar una evolución. De este libro sé dos cosas: el título, y de qué trata; lo demás lo irá dando el desanudar emociones y encontrar caminos que conmuevan mi corazón. Ah, por cierto, para cualquier curiosidad, se llamará: LA VIDA SIEMPRE HABLA Y HABLA DE TI.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga