Llama la atención cómo en los últimos tiempos, y de esto tengo los recortes de periódico, se han ventilado más de dieciocho casos realmente graves que ponen en entredicho ámbitos que van desde la democracia,las instituciones, la justicia, la impunidad, la eficiencia, hasta el vestido de novia de la cantante Liz. Cuando estos casos se centran en lo sustancial alguien, no sé si con razón o no, grita desconsolado «He sido engañado», y se convierte en titular de prensa, dejando a la colectividad en un limbo en el que no sabemos qué pensar, sentir, y menos qué hacer ante la inesperada justificación.

Ya que estas situaciones ocurren en Venezuela, es oportuno revisar en nuestras propias vidas todos nuestros engaños, tanto cuando ejercemos como engañadores, como cuando somos víctimas de ello.

El fallecido escritor húngaro, Sandor Marai, en su espléndida novela «La Hermana», acota que toda enfermedad no es más que la expresión, en el cuerpo, de una mentira, de algo no profundizado en nosotros que se ha estado viviendo como verdad y en el fondo es sólo una mentira.

Comulgo totalmente con este concepto y lo traslado a un país de engañados y engañadores, del que formamos parte activa, por aquello de que «lo que es afuera es adentro, y lo de arriba, abajo».

Entonces, ¿Será que tenemos que despertar nuestras alarmas, será que nos hemos dormido en la confianza, será que por mucho conciliar poderes se nos escapan las liebres, será que hemos perdido el olfato, el eros, la sintonía con lo que realmente nos toca, quedándonos como niños tontos? ¿O será que cuando me acorralan lo del engaño es un artilugio perfecto para que quedemos como pendejos, pero inocentes?

Esta reflexión sería oportuna para la familia, las parejas, los grupos, los partidos, los grupos ideológicos, y si encontramos el valor suficiente para emprender esta profunda misión interna, no debemos olvidar la más trascendente de todas las revisiones: la de nosotros mismos y nuestros permanentes autoengaños.

¿Será que por tanto autoengaño, ineficiencia en mi gerencia pública y personal, lo infantil se apodera y se suelta lo que ha sido, en estos seres, una constante en sus vidas? Porque nadie puede hacerte algo que tú primero no te hayas hecho hasta el cansancio, esa es ley de vida.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga