En una oportunidad, como parte de la gira anual por el país, tenía cita en la redacción de un prestigioso diario regional, con una colega periodista quien me haría una entrevista para la promoción de mi estancia en esa ciudad.

Cuando me senté en la mesa, llegó la joven. Simpática, ligera y como reconociéndome entre mis dos acompañantes, los productores de la zona, me dijo: «Es usted Carlos Fraga, ¿Verdad?» Le hice un gesto afirmativo, tras lo cual me soltó esta perla: «Bueno, enciendo el grabador y me comienza a hablar de usted, yo la verdad lo conozco poco, por no decir nada». Yo me indigné, no por desconocerme, sino porque yo tengo una página web, se le envió previamente información y además ese es su trabajo, punto. Me paré de la mesa y al momento llegó el jefe de la página de cultura a saludarme, quien, luego de enterarse, tomó la entrevista. Creo que la niña no duró mucho allí. ¿La causa? No hizo la tarea. Situaciones como éstas ocurren constantemente en nuestro diario acontecer.

Una vez una amiga me comentaba que estaba resolviendo un problemita con el hijo de doce años. Al rato, me llamó y me comentó que fue a buscar el boletín del adolescente y tenía cuatro materias aplazadas. Ella, sin perder la compostura y sabiendo que, para variar, estaba corta de tiempo, llamó por teléfono a la profesora guía para preguntarle los nombres y teléfonos de profesores particulares que se hicieran cargo de la situación. Los contrató y le informó al hijo dónde y a qué hora recibiría sus clases. Cuando me contaba, le pregunté asombrado: «¿Y no has hablado con el niño, qué materias son, por qué saldría tan mal?» Y ella me dijo con aquella contundencia: «Qué va, hay que ser gerencial, donde está el problema allí ataco, sin perder tiempo en detallitos, ahora le tocará a él aprovechar la oportunidad, o tomaremos decisiones mayores». Mi amiga, con todo su perfomance gerencial, tampoco había hecho la tarea.

Así, a veces, como adolescentes confundidos, huimos de lo que realmente nos toca, y es allí cuando nos hacemos la ilusión de estar haciendo las cosas, pero en verdad estamos tomando atajos. El problema no es hacer algo, sino lo que realmente nos corresponde. Así que, a hacer nuestra tarea.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga