Luego de muchos años hablando de éxito, prosperidad, de triunfar, de ser excelentes, de logros; hoy, no sé si por evolución o involución, creo que la cosa es bastante más sencilla y cotidiana que esa necesidad estresante de etiquetar cada acción de triunfo o de fracaso, de logro o de asunto pendiente, perdiéndose en esa carrera lo esencial. Lo realmente importante del vivir no es más que meternos en la experiencia, sin ni siquiera prever lo que podría dejarnos. Lo que siempre queda es lo vivido, y ello necesita de un dejarse estar en la experiencia, de un sumergirse en ella; en ese aterrarnos, en esa ilusión, en ese desconcierto, cuando la vida se hace presente como el sujeto en una frase que pareciera sólo poseer verbo.

En meses pasados, en Europa, re-encontré a un amigo serbio, a quien tenía tiempo sin ver. A nuestro encuentro fue con su novia, una chica italiana muy bella, traductora de profesión. En un momento le sonó el celular, y se le alegró la mirada al contestar, habló en francés, a quien se supone era otro amigo. Al colgar, su chica, en tono de broma, comenta: -«Este loquito que medio habla todos los idiomas y no termina de dominar ninguno». El la besó cariñoso, y mirándome dijo: -«A ella le cuesta entender que los idiomas se hicieron para comunicarse con los otros, y ese es su auténtico valor. Yo sólo quiero aprender lo que me sirve, no para que digan qué bien habla tal o cual idioma, sino para comunicarme, para poder decirle a la gente lo que quiero y más o menos entender lo que me dicen, eso es suficiente, para lo demás está la mirada, los gestos, el cuerpo».

Creo que cuando podemos enfrentar la vida tal cual viene, realizar las tareas que nos tocan, llorar lo que nos duele, y reír por los regalos que se nos presentan; el triunfo, el éxito y el logro se dan por descontados. Ahora, éstos quizás, no se parezcan a los conceptos que los libros o el estándar refieren como a alguien exitoso.

Lo interesante sería preguntarnos cuál es ese éxito que perseguimos; probablemente el que otro diseñó como trofeo perfecto, el que complace a la mayoría que sólo vive y se expresa en lo que es correcto, o el que le conviene a quienes desea uniformar a un mundo para venderles algo.

Yo les confieso que, hoy en día, prefiero vivir y no triunfar, a la opción que la mayoría distraídamente elige: TRIUNFAR Y NO VIVIR.

Pero también entiendo que es algo muy personal.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga