Entre el ya titánico «querer hacerlo bien» y el nada humano: «tener que cumplir con todos», transcurre navidad tras navidad, generando un profundo agotamiento, una economía en deuda y un cuerpo maltrecho y gordo, de tanto comer, por aquello de: «no despreciar».

En los albores navideños, llega el tan anhelado «dinero», parece que picara en los bolsillos, porque hay un desafuero en gastarlo, algunos por generosos, otros por cumplir, otros, porque estas fechas son tan melancólicas que pareciera que en un Mall, la vida es más sabrosa, y en el tumulto, el tiempo pasa como si nada.

Así es como si nos encendieran el titán que llevamos por dentro, entre arreglar, decorar la casa, hacer las hallacas, recibir a la gente, comprar los regalos, y cumplir con los compromisos, el agotamiento nos lleva de la mano, y para nada aprovechamos la especial atmósfera emocional que se despliega en estas fechas de cierre de ciclo, de invierno, de espíritu festivo, de acercamiento, de resumen, de balance, de deseos, de sentir con nosotros; por supuesto también de disfrute, de goce, de fiesta, de embriaguez, de compartir.

Les propongo como regalo particular este año, DETENERSE un poco, verse en los atropellos, y preguntarse: ¿Esto es lo que disfruto? ¿Qué es lo que, en verdad, me provoca? Aunque la respuesta no llegue en el momento, es un acuse de factura de estar consciente de ti, de lo que quieres para, poco a poco, irlo alcanzando. Si te descubres en un estado melancólico, vívelo, es legítimo, es tuyo, y él viene a recordarte cosas, a sugerirte caminos. Aprende a decir no puedo, no me provoca, es preferible a andar saltando para cumplir con todos, menos contigo. Regala lo que puedas, pero cosas que te gusten a ti, para que desde el hecho mismo de escoger lo que vas a llevar, ya comience la fiesta. Aprovecha la atmósfera de cercanía, para acercarte a los que amas, reiterarles el amor, y expresarlo vivamente. Es época muy preciada para perdonar, para botar lo que ya no esté vigente en tu vida, arreglar closets, gavetas, sitios, y deja que tu alegría y tu tristeza se parezcan a ti y no al colectivo, respétate en tus gustos y pregúntate lo que, en verdad, te provoca.

Recuerda que la Navidad sucede en invierno, el momento de mayor oscuridad en el año, y propicia entonces, el encendido de nuestras luces internas, luces éstas, que nadie nos insta a encender, y terminamos, como de costumbre, queriéndolo hace bien, pero sin nosotros, y así, perdemos una gran oportunidad para que se encienda ese nacimiento de adentro. Por eso, la metáfora de la bajada del Espíritu de la Navidad, sucede el 21 de Diciembre, es el día más oscuro del año, porque entra el Solsticio de Invierno, entonces se llama a que baje en nosotros, el Espíritu de la Luz. Recuerda que el ir entendiendo y penetrando en tu melancolía, en tu euforia, en tu amor, en tu compañía, es entrar en tu propia luz, y es cuando nos hacemos dueños de lo único que es, y será tuyo siempre: TU MISMO, y tu máxima creación: TU VIDA.

Que pases una muy FELIZ NAVIDAD y UN SIEMPRE MEJOR 2009

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga