Es asombroso cómo nos han vendido conceptos absolutos, puros; sin matices ni sombras. Ejemplos como: felicidad total, sanación, plenitud, totalidad, etc. Y lo más increíble, es el creciente número de personas que compran a oro tales espejitos. Con esto, para nada quiero ser irrespetuoso con aquellos que necesitan agarrarse de estos trozos de espuma, para sentir que lo anterior, en su vida, ha sido un error y que ahora, lo podrían enmendar, tomando nuevas actitudes y creencias hacia el por venir.

Hago la salvedad, que yo también vendí, en algún momento de mi vida, conceptos como los expuestos, pero es precisamente por mi experiencia, tanto personal, como terapéutica que hoy escribo esto.

La actitud, por ejemplo, es importante, ella marca un sendero energético para la consecución de lo deseado, pero no podemos pensar que eso sólo será la panacea que nos llevará siempre de la mano, daríamos muy poca honra a lo humano, a lo cambiante, a lo que no es uniforme, ni continuo; y que forma parte de ese ser humano que somos. ¿Cómo pasarle por encima a la vida en su cambiante e inesperado curso?

Una cosa es saber lo que deseo, y otra ver con qué recursos, propios o ajenos, llevo la actitud y las acciones adecuadas, aquí está el verdadero desafío, y es en esta gesta cuando dignificamos lo humano que no es otra cosa que lo vulnerable, lo herido y lo avergonzado en nosotros, que también tiene cabida en nuestro ser y debemos llevarlo, haciendo juego con nuestros recursos más refinados, disciplinados y probados. Es en esta mezcla alquímica donde despiertan nuevos aspectos y terminamos poniendo a un lado los resultados para enamorarnos irremediablemente del proceso. Descubrimos entonces, que aquel deseo encendido nos ha servido de lazarillo para crecer y para caminar mundos no explorados dentro de nosotros.

Hay actitudes de vida, que forman parte de esa síntesis misteriosa que nuestra experiencia nos ha legado en el transcurrir de la vida. Por ejemplo tenemos: el crecer, el madurar, el transformar, en vivir intensamente, etc.

Otras, en cambio, son vistas como ese traje pret-a-porte que nos son propicios para la ocasión y que parecieran, más máscaras que reales actitudes, no por ello descartables, pero sí, en su justa ponderación.

Así, me surgen algunas interrogantes, ¿Cómo en un mundo tan vertiginoso, con una carrera ciega hacia «el triunfo», podemos hablar realmente de esa ACTITUD, vista como un sello de vida, como una forma de verme y ver a los otros? Es aquí, cuando aligeramos el término y lo vendemos como un amuleto que hará, sin duda, que nuestros sueños se cumplan. Y, es aquí, cuando los mercaderes de posibilidades, nos dejan divagando en una pompa de jabón que tiene como destino único romperse y dejarte huérfano, hasta que resurja el próximo vendedor, a promocionar lo más reciente del mundo de las esperanzas fáciles, cómodas y tan inmediatas, como tu misma vida.

Mantengamos actitudes que nos contengan, y nos mantengan atentos al camino mismo, pues es en él, y no en otra parte, donde se cocina nuestra propia vida.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga