El verbo romper es de esas palabras que nos sitúan de inmediato en la imagen de algo que dejó de ser de una manera y que, seguramente, no volverá nunca a ser igual.

En mi experiencia terapéutica con parejas, me encuentro con una frecuente dificultad de las personas en romper. Aclarando que romper no es terminar, ni tampoco abandonar, ni finalizar, cada una de éstas, refieren acciones distintas. Terminar puede referirse a un gesto, palabra, postura o discurso que tiene que ver con acabar con las formas de algo; y lleva consigo la proposición de nuevas formas o estructuras. Abandonar implica dejar las cosas así y desaparecerse o bien, no volver al sitio de los hechos por terror o culpa. Finalizar, es más una intención que pone término a algo, que ya por su devenir se ha cerrado. El final de una película, por ejemplo, en la mayoría de los casos es una consecuencia del devenir de la historia contada. Sin embargo romper refiere a una acción donde el o los puentes quedan rotos, y donde no hay paso franco para un lado, ni para el otro. Es una decisión en la que sentimos urgencia de dejar la huella de dicha ruptura, y será el tiempo o el tempo, el que restituya los pasos de nuevo, o simplemente los dejaremos intransitables, porque la ofensa, el dolor, o lo que hubiere ocurrido nos dejó mal heridos.

Entiendo que hay situaciones en las que la ruptura es difícil, ya que hay vínculos inevitables y eternos, sobre todo cuando hay hijos. Lo que sí es importante, es que se vuelve cuesta arriba elaborar un duelo o integrar una herida recibida o propiciada, si tenemos a la víctima o al victimario permanentemente ahí.

Con el romper, no pretendo negar el perdón como forma; simplemente creo más, en un perdón que surge luego de un rompimiento coherente y maduro, y no uno que nace de la ansiedad de un proceso que se queda en el medio, que no se cocinó realmente.

Aprender a romper, es tan importante como aprender a relacionarse y a unirse, es tener esa posibilidad, y con el dolor que puede implicar, ejecutarla y seguirla; para así explorar qué hallazgo emocional podemos encontrar, y qué nuevas formas aparecerán. Tampoco hablo de algo radical, eso es infantil, me refiero a algo maduro que implique ser responsable con la situación y su devenir.

En días pasados, un amigo me decía que se siente bien con su divorcio, luego de año y medio de separación, y seis de casado. Además, mi amigo me recalcaba su madurez al no buscarse a otra, hasta tanto el duelo finalice. Mientras la conversación transcurría, me dejó ver que veía mucho a su ex, a lo que pregunté que qué tanto se veían; y me contestó:

-«Es que ella es una gran mujer, yo la despierto a diario con un mensajito, y almorzamos por lo menos tres veces a la semana., ya que trabajamos en el mismo edificio, para qué alimentar rencores, y fijo, antes de acostarse me lo hace saber siempre, para yo dormir tranquilo».

Eso durante año y medio, con razón tanta armonía.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga