Hay juegos que aunque lúdicos, pueden ser muy serios y peligrosos. No cabe duda que hay cosas en nuestra vida y en nuestro entorno que desearíamos cambiar, eliminar, exiliar o, simplemente desear que venga algo o alguien que se encargara de ellos, y borrar todo recuerdo anterior. Si bien es legítimo que estos pensamientos nos asalten, es peligrosísimo que pongamos en ellos nuestra tranquilidad, bienestar, o realización; por muy buenas y nobles intenciones que esto pueda esconder.

Evidentemente vivimos tiempos en los cuales desconocemos los procesos; los odiamos, nos fastidian, nos pesan; y rogamos que algún milagro nos ponga del otro lado de la luz, sin ni siquiera darnos cuenta. A veces esto ha ocurrido, quizás a través de la casualidad o la manipulación, y tanto los seres que lo viven, como los procesos de aprendizaje- la historia lo verifica- se tornan torpes, tortuosos y repetitivos; debido a la urgencia de encontrar algún atajo que evite el presumible dolor o dificultad.

«LOS ATAJOS CAUSAN EROSIÓN» rezan varios cartelitos en el parque nacional EL ÁVILA que bien podíamos colgar en el espejo de nuestro baño para así, crear una vida más reflexiva y sensible.

Tomamos atajos cuando vemos en el otro o en los otros, la causa de nuestros males, cuando asumimos que el mundo está mal y que hay que aguantarlo así, cuando pido que: ALGUIEN CAMBIE, ALGUIEN SE VAYA O ALGUIEN VENGA, poniendo mi bienestar, mi felicidad, mi posibilidad en las manos del otro y desentendiéndonos de nuestro proceso personal, que como tal, posee el oro que necesitamos para ese bienestar tan buscado.

Cuando ponemos lo que queremos en manos del movimiento que pueda haber en un gobierno o gobernante, una persona o grupo afecta, una conducta de los otros, sea grupal o individual, nos estamos comprando todos los tickets de una rifa que se llama: FRUSTRACIÓN.

No por ello deja de ser agradable que alguien decida cambiar, y ese cambio nos afecte de buena manera, o que un gobierno pueda cambiar, o un grupo adquiera otra actitud frente a algo, pero jamás en esto puede residir, y menos reposar, algo de verdadero valor para mí más, cuando ya sabemos de sobra que cuando yo cambio, TODO CAMBIA. Entonces, manos a la obra.

Hasta la próxima sonrisa.
Carlos Fraga